Preguntaban a Bertrand Russel qué era para él lo más difícil. Respondió: “Sin duda, el lenguaje de los economistas”. Leer artículos o análisis de los economistas, además de pesado y confuso, resulta un enigma, pues dependiendo del tema, son contradictorios y es que incluso sus tesis se contradicen con otras propias. Se sirven de una terminología intencionadamente exotérica para que no se les entienda. En otras pecan de tal simplismo que uno se pregunta si para desarrollar determinadas tesis se necesita ser economista o sería suficiente saber leer y escribir y las cuatro reglas. Una catedrática de Economía respondía a un periodista que la solución de la crisis en España era crear empleo y que fluya el crédito bancario. En un artículo un profesor de Economía de la UPV proponía que, dado que hay deflación, habría que dar a la maquinilla de imprimir billetes para potenciar la actividad económica, como hacen en Estados Unidos. A los gurús de la economía no les gusta hacer previsiones sobre el futuro porque saben que es una lotería, aunque cuando las hacen nunca aciertan. Eso sí, dan explicaciones documentadísimas para explicar las razones de los sucesos económicos producidos, algo bastante inútil porque los hechos a posteriori son irreversibles. El ministro de Energía, Soria, economista del Estado, vaticinaba que el precio de la electricidad en 2014 descendería un 4%. Efectivamente, creció un 18%. Rajoy alardea orgulloso en sus mítines electorales que España no fue rescatada por la UE. No debió explicárselo bien De Guindos, otro afamado economista del Estado y alto ejecutivo de un banco quebrado, puesto que se firmó un protocolo de rescate el 9 de junio del 2012 con la UE.
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