ENTRE los musulmanes raramente existen retratos del Profeta Mohammed (Con Él la Paz) y mucho menos de Alá. Sería considerado blasfemo. Dios no puede ser representado con rasgos humanos, pues sus atributos exceden por su excelencia a los de los hombres, de acuerdo al Credo Islámico. Los hombres no son considerados Hijos de Dios por el islam, pues la paternidad es para los musulmanes una categoría humana cuya extensión al Rango Divino ofendería al Ser Supremo. De ahí gran parte de la iconofobia, el rechazo a las imágenes que impregna totalmente el islam.
Esta idea es central en el pensamiento y en la práctica de la religión islámica. Alá es incomparable, no puede ser medido por ningún rasero humano. Muchos pensadores musulmanes advierten contra la antropomorfización de Dios, la tendencia a su representación en claves humanas que consideran sacrílegas.
Siendo Dios el centro, el hombre pasa a un segundo plano y queda orientado a él. La vida social tiene un rango secundario y solo se concibe esta como encaminada a la Divinidad. Ello no significa que la cultura islámica desprecie o combata el bien de los seres humanos ni de la mayoría social. Bien al contrario, lo persigue, pero solo alcanza su significado completo cuando se orienta hacia Dios.
Como digo, el Islam no se refiere al placer o a la felicidad de los hombres, sino a la felicidad y la plenitud de Dios, que es el eje de la vida universal. El régimen político perfecto es el que cumple la voluntad, la ley el designio divinos. Aquel en el que sus dirigentes aplican la Sharia, la Ley revelada por Dios a Mahoma (Con Él la Paz). El ateísmo es el principal pecado ya que ofende a la razón y a la lógica humana y conduce a la anarquía social (Shiba), que es la máxima expresión del error humano.
El islam desprecia cualquier régimen si no encamina sus pasos y los de la comunidad que dirige, sea musulmana o no, hacia Dios y se organizan de acuerdo al designio y la voluntad divinos.
De los cerca de mil trescientos millones de musulmanes (Hijos de Salomón) que existen, la gran mayoría sigue al Corán y la Sunna (Tradición Profética) con espiritualidad, fe e inteligencia, alejándose de posturas ultraortodoxas, aberrantes y de dudosa espiritualidad. Solamente hemos de ser críticos, deslegitimar las imposiciones y combatir a aquellos musulmanes que actúan de forman violenta, excluyente o totalitaria. Aquellos que incitan al odio y la venganza letal incluso con sus propios hermanos en el nombre del Dios, basándose en una lectura reduccionista y sesgada de los Textos Sagrados. Los que comenten actos execrables con excusas basadas en supuestos insultos, ofensas, imposiciones agravios, injusticias, etc., no solo contra los “occidentales”. Las nefastas guerras de religión, de infausta memoria entre nosotros, siguen vigentes en el islam. Todos los días, decenas de musulmanes de Asia, África, Oriente Medio y Europa mueren injustamente asesinados por terroristas “iluminados” que consideran la Democracia, incluso la interna, contraria al islam.
Hay una diferencia esencial entre matar o morir por algo. Morir por una causa me parece loable, matar por ella es una irreparable necedad, inutil e injustificable. A propósito de la búsqueda de Al-lah dice el Profeta Muhammed (Con Él la Paz):
“Quien me busca me encuentra. Quien me encuentra me conoce./ Quien me conoce me ama. A quien me ama yo le amo. / A quien yo amo, le mato. A quien mato, le debo una recompensa. /A quien debo una recompensa, la recompensa soy yo”.
Y, al fin y al cabo, ¡Ua Al-lahu Alam! (¡Dios es quien más sabe!)