Un whisky, por favor
Cuando escribo estas líneas aún desconozco el resultado del referéndum y -si les soy sincero- quizás el resultado sea lo menos importante de este asunto, en especial, visto desde la perspectiva de un país como Euskadi donde la única mención de algo parecido en Catalunya hace que el ministro correspondiente llene los depósitos de los tanques y compruebe el funcionamiento de sus orugas por si hiciera falta colocar un tanque ante cada colegio electoral catalán.
Existen ocasiones y acciones en las que los prólogos quizás son más gratificantes que la acción final en sí. Votar en Escocia debió de ser muy hermoso al margen del resultado, hay veces en las que -en la cocina y en la cama, por ejemplo- puede ser más bello el proceso que el resultado final. En la comida y en el amor, hay ocasiones en las que la preparación de los platos y la imaginación recreadora de determinados momentos es aún más placentera que la degustación del menú o que la eyaculación vulgar. En definitiva, que un referéndum es bonito, al margen del resultado.
Pero los elementos carpetovetónicos del Gobierno pepero de Madrid no están por la labor y prefieren instar al cumplimiento íntegro de cercanas leyes en el tiempo que ceder al impulso -en este caso catalán- de escuchar lo que dicen los ciudadanos. Si cuando alguien convoca un referéndum, tiene serias duda sobre quién será el ganador quiere decir que todas las opciones están abiertas -en Escocia y en Catalunya- es decir, que nadie juega con la ventaja de sentirse ampliamente ganador. Todas las partes se van a dejar muchos pelos en la gatera porque el resultado - además de no muy mayoritario por parte alguna - se adivina incierto. En un referéndum pueden perder todos si el resultado roza el empate o puede perder una de las partes si es mayoritariamente derrotada y -ante esta incertidumbre- la elección de los ministros peperos madrileños se asemeja a la avestruz hincando la cabeza bajo tierra. No convocan referéndum y no arriesgan absolutamente nada, nunca van a ganar ni a perder porque van a colocar un tanque en cada colegio electoral. Pero -de esa forma- nunca sabrán qué piensan los votantes, conculcarán un derecho de todas las personas y no resolverán problema alguno. Es necesario otro tipo de políticos en Madrid, gentes que no tengan miedo a perder un referéndum pero que quieran que se cumpla la voluntad popular sin invocar artificios como la unidad nacional. Estamos más cerca de aquel dicho franquista “antes roja que rota” que de la democracia. Habrá que tomarse un whisky -escocés, por supuesto y no un güisqui como dice la real academia- a la salud de aquel día en el que muchos hubiéramos deseado ser escoceses.