LOS conflictos de Ucrania y originariamente Irak están terminando de dibujar dos frentes que en esta segunda década del siglo XXI amenazan con cuestionar a Occidente tanto en el ámbito del dominio militar como en el de la preponderancia socioeconómica, cultural y hasta religiosa. La ruptura de Europa y EE.UU. con Rusia a raíz de la intervención -que Obama ya calificó ayer de directa aunque lo es desde la ocupación de Crimea- de Moscú en el conflicto ucraniano se hará aún más patente a partir de la cumbre que la OTAN celebra hoy y mañana en Gales y que apunta a un nuevo periodo de tensión entre la Europa occidental, aunque cada vez más ampliada hacia el este, y la Rusia euroasiática. El envío de miles de militares a los paises limítrofes con Rusia, que podría llegar a cuestionarse en virtud del Acta Fundacional del Consejo OTAN-Rusia de 1997 aunque el aun secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, lo niegue, no rebajará precisamente la tensión toda vez que el conflicto ucraniano, a pesar del anunció de un acuerdo de alto el fuego por Kiev, parece no hallar su resolución. Los intereses comerciales y sobre todo energéticos de Europa y la geoestrategia estadounidense confluyen frente a la Rusia de Putin, a la que desde Bruselas se plantea ya aislar hasta límites no muy lejanos a los tiempos de la Guerra Fría. Paradójicamente, Moscú sería un aliado necesario en el otro frente que encara el mundo occidental, el de la violencia yihadista que se expande por Oriente y África y que también ha amenazado históricamente el patio trasero ruso del Cáucaso. La extensión del Estado Islámico que ha unido (o lo pretende) partes de Siria y de Irak, donde el enfrentamiento bélico interétnico parece inagotable y la cada vez más asentada guerrilla yihadista de Boko Haram en Nigeria son solo las expresiones más virulentas e inhumanas de las continuas insurrecciones y conflictos que surgen en algunos países con tradiciones musulmanas del norte -Libia, Egipto...- y de la franja central -Sudán, Chad, Níger, Mali...- de África y que coinciden con la interminable crisis de Oriente Medio y la irresuelta de Afganistán, hoy sin un gobierno claro, trasladada ya a un Pakistán cada vez más inestable. Pero en esta endiablada doble disyuntiva, que Occidente, a través de la OTAN, opte por una nueva carrera armamentística, como parece intuirse, únicamente agitará el enorme avispero mundial.
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