LA confirmación, incluso mediante pruebas gráficas tomadas por satélite, de que soldados rusos han penetrado en suelo de Ucrania en el contexto del conflicto armado que se está desarrollando en el este del país no ha resultado una sorpresa para nadie. Desde el inicio de los combates entre las fuerzas ucranianas y milicianos prorrusos se ha denunciado de forma reiterada la presencia de militares tanto en la misma frontera como ya dentro del territorio bajo la soberanía de Kiev, lo que ha sido sistemáticamente negado por Moscú. El pasado lunes, el ejército ucraniano se jactaba de haber capturado a una decena de soldados rusos cerca de Donestsk. Pero las últimas revelaciones, lanzadas primero por el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y asumidas luego por la propia OTAN y la mayoría de países europeos han preocupado sobremanera a la comunidad internacional. Según reveló ayer el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, Rusia está suministrando tanques, vehículos armados, artillería y lanzacohetes a las fuerzas rebeldes y el ejército de Putin “ha disparado a Ucrania tanto desde territorio ruso como desde territorio ucraniano”, al tiempo que cifró en “miles” los soldados rusos preparados para la guerra en la zona de la frontera. De ser así, estaríamos ante un hecho gravísimo, porque se trataría de una violación flagrante de la soberanía ucraniana, mediante unos actos que a todas luces vulneran la legalidad internacional y afectan directamente a la soberanía de un país. Mientras el presidente ruso, Vladimir Putin, intenta jugar con todas las barajas permitiendo, por un lado, la intervención de sus soldados y alentando, aparentemente, por otro, una salida diplomática, la comunidad internacional -en especial la Unión Europea- se está viendo envuelta en una escalada peligrosa en una zona especialmente conflictiva cuyas consecuencias son imprevisibles si no se detiene a tiempo y donde hay ya más de 2.500 víctimas civiles. La advertencia de Rasmussen de un cercano ingreso de Ucrania en la OTAN abunda en esta preocupación. Curiosamente, esta última escalada tiene lugar tan solo dos días después de que los máximos dirigentes de Ucrania y Rusia se sentaran frente a frente con el pretendido objetivo de buscar una posible salida pacífica al conflicto que los últimos acontecimientos ponen muy en entredicho.