Solidaridad en tiempos del ébola
En medio de la confusión generalizada sobre el virus, inducida incluso por la OMS, cobra vigencia la labor de los misioneros y miembros de las ONG que trabajan con los necesitados
EN las últimas semanas, las noticias sobre la progresiva incidencia del virus del ébola en África occidental han sobrecogido a la opinión pública. El conocimiento del contagio de esta mortal enfermedad por parte del misionero español Miguel Pajares, su excesivamente mediático traslado a Madrid con el objetivo de salvar su vida y su posterior fallecimiento, más allá de polémicas estériles y argumentos éticamente poco sostenibles, ha acrecentado, si cabe, la inquietud social sobre el ébola. Una alarma acrecentada ante la manifiesta impotencia con que las autoridades sanitarias, las organizaciones que trabajan sobre el terreno e incluso los estados y los organismos internacionales están abordando la situación creada. La sensación que, en general, se está trasladando al mundo es que existe un desconocimiento absoluto sobre el tratamiento eficaz del virus, más allá de informar de que unas simples medidas preventivas son suficientes para evitar el contagio, aunque la situación real en la que se encuentran millones de personas en los países afectados hace imposible llevarlas a la práctica por falta absoluta de medios mientras, como denuncian las ONG, los propios sanitarios huyen de los hospitales situados en las zonas afectadas. El tratamiento es una incógnita y el medicamento experimental administrado a Pajares no sirvió para salvarle la vida. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) está contribuyendo, una vez más, al desconcierto general. Por una parte, trata de evitar el pánico pero por otra alerta de que se está “subestimando la magnitud de la epidemia”. En medio de toda la confusión, la realidad es que en África millones de personas están expuestas al virus mortal y a casi nadie parece importarle, más allá del miedo a que salte de continente. Es ahí donde la voz de los misioneros -y Euskadi ha sido siempre pródigo en estos hombres y mujeres que ofrecen su vida a la solidaridad con los más desfavorecidos- y miembros de las ONG cobra mayor vigencia. Si alguna lección puede dejar esta epidemia de ébola es la entrega de estas personas y su unánime denuncia de la situación real que vive África, más allá de este virus: la pobreza fruto de la esquilmación de recursos por parte de los países ricos, la institucionalización de la injusticia, la explotación sin medida, la inhumanización, la corrupción. El peor virus es la ignorancia, la indolencia y la insolidaridad.