Qué suerte tienen algunos personajes públicos y de la realeza en este disparatado país con las herencias de papá. Todavía recuerdo la difusión que se dio en la prensa a la herencia del actual presidente de la Generalitat, Artur Mas. Allá por la década de los 80, el Mas Barnet depositó en un banco de Suiza cierta cantidad que milagrosamente, se multiplicó como los panes y los peces, convirtiéndose en 2,3 milloncejos de euros. En esa época, este señor declaraba unos ingresos de 22.000 euros anuales, mientras su hijo gozaba de un buen trabajo fijo, como consejero de Política Territorial y Obras Públicas, además de Consejero de Economía y Finanzas de la Generalitat. No sabemos si por olvido o despiste, el bueno de Mas Barnet tenía este dinerillo sin declarar en paraísos fiscales, hasta que los metiches de la Agencia Tributaria descubrieron el despiste de este dinero en Suiza y Liechtenstein. Algo parecido ocurre con el señor Pujol. Quizás la falta de tiempo, al haber estado enfrascado como president de la Generalitat y luego haciendo reflexiones como expresident pueden haber sido las causas de no poner en claro el dinerillo betunero. Ocurre lo mismo o parecido, con el niño del exhonorable Jordi Pujol, que según su exnovia, viajaba a Andorra con la mochila cargada hasta las cartolas con billetes de 500 euros, que no eran de la herencia del abuelo, con lo cual uno piensa, que de casta le viene al galgo. Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está jorobada.
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