El virus de la dejadez
La repentina alarma en el Primer Mundo por el brote de ébola revela el nivel de abandono por la comunidad internacional, tanto a nivel político como científico o de asistencia, que soporta África
LA declaración por la Organización Mundial de la Salud (OMS) del brote de ébola propagado al menos en Guinea Conakry, Sierra Leona, Liberia y Nigeria como emergencia de salud pública revela la extensión en la comunidad internacional, tanto a nivel político como científico, de otro virus, el de la dejadez para con África, que por desgracia no acompaña únicamente al del ébola o a los de las enfermedades denominadas tropicales. De hecho, solo el contagio de occidentales y su repatriación (dos estadounidenses el 4 de agosto y el sacerdote español Miguel Pajares el jueves) ha desatado la alarma pública en el Primer Mundo a pesar de que la epidemia ya ha causado al menos 961 muertes, casi la mitad de las 2.065 provocadas por el ébola desde el primer brote de 1976 en Sudán y Zaire, y a que se han contabilizado en apenas tres meses 1.711 casos frente a los 1.755 registrados durante cuatro décadas. Prueba irrefutable es asimismo la cuantificación del coste de un plan de emergencia frente al virus realizada por Guinea Bissau (600.000 euros), que no diferirá en demasía del aplicable en otros países vecinos y que, sin embargo, ninguna institución internacional ha afrontado. O la exigencia de Médicos Sin Fronteras (con 676 sanitarios sobre el terreno) a la propia OMS de pasar de las declaraciones a las actuaciones en los países afectados. También el hecho de que sólo en los últimos días se ha acelerado la investigación para dar con un remedio médico frente al virus pese a que la letalidad del mismo varía entre el 50% y el 70% de los contagios y ha llegado a alcanzar algún pico del 90% y a que existen desde hace tiempo sin desarrollar definitivamente al menos tres medicamentos -uno se ha usado ya con los infectados estadounidenses- y dos vacunas; todos ellos en fase experimental y alguno con financiación pública. La irresponsabilidad de Occidente al dejar en el abandono a África mientras se explotan, o expolian, sus recursos naturales incuba consecuencias que no se evitan, ni siquiera se pueden paliar, mediante políticas de restricción de accesos que las más de las veces no se adoptan a tiempo y siempre se confirman impotentes. Tampoco en este caso la solución está en tratar de poner fronteras, siquiera en forma de pretendida asepsia, sino en combatir en origen los virus. El del ébola y el de la dejadez.