Trescientas veces Gernika
El simple pero demoledor cálculo de 13 objetivos alcanzados en 29 días en Gaza por cada 4.176 habitantes revela previsible el balance de 1.800 víctimas y fundamenta la denuncia de crímenes de guerra contra Israel
El inicio de la tregua de 72 horas que bajo los auspicios de Egipto iniciaron ayer el Tzáhal o Ejército israelí y Hamás y el anuncio por Tel Aviv de la retirada de la Franja de Gaza de todos sus efectivos militares terrestres no puede convertirse al mismo tiempo en el inicio de la desmemoria, como ya sucediera tras los ataques de 2009 y 2012, ni siquiera si supone el final de la indiscriminada e incalificable intervención militar israelí. La desnudez de las cifras -1.800 muertos, 408 de ellos niños según Unicef, de un total de 1.500.000 gazatíes- no alcanza a reflejar la dramática crueldad de un ataque de intensidad desproporcionada que ha alcanzado 4.800 objetivos en una franja de 360 km2, trece objetivos por kilómetro cuadrado, que en virtud de la densidad de población de Gaza supone haber alcanzado trece objetivos en el área de residencia de cada 4.176 habitantes. Algo así como trescientos bombardeos de Gernika en 29 días... pero utilizando armas con un poder de destrucción incalculablemente mayor. Esa comparación, el simple pero demoledor cálculo de probabilidades, ya convierte el balance de víctimas y la destrucción (10.600 edificios de viviendas afectados) en previsible por quienes ordenaron la intervención militar israelí y fundamenta, más allá de las “crecientes evidencias” expuestas por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas, Navanethem Pillay; las denuncias de crímenes de guerra contra Israel y la necesaria pero aún insuficiente crítica a la inacción de la comunidad internacional. También la de la propia ONU, inútil más allá de las declaraciones a la hora de hacer cumplir los tratados y las normas del derecho internacional sobre los que se fundó. Todo ello no impide, al tiempo y sin embargo, señalar a un liderazgo de Hamás que basa su poder y justifica su violencia en la reacción desesperada a toda esa destrucción y a ese previsible drama humano. Tampoco los crueles intereses de la UE y EEUU, donde Barack Obama firmaba ayer mismo la concesión de 225 millones de dólares más para mantener la capacidad del sistema Iron Dome de defensa israelí frente a los cohetes lanzados por Hamás mientras la Autoridad Nacional Palestina calcula los daños económicos en tres veces su PIB (1.800 millones), hipotecando el futuro de la población palestina y, por tanto, empujándola a esa desesperación que pretende Hamás y perpetúa un conflicto que se antoja hoy irresoluble.