La decisión judicial de adjudicar los activos y las marcas de Fagor Electrodomésticos al grupo catalán Cata-CNA es la conclusión más lógica, atendiendo a la valoración que tanto ahora el juez como días atrás los administradores concursales han realizado de las distintas ofertas presentadas. Fagor Electrodomésticos y las otras marcas que le acompañan -Edesa, Aspes y Splendid- despertaron, desde el inicio del proceso concursal, un interés inequívoco por su estructura y tecnología, como atestigua el hecho de que hasta seis empresas diferentes se unieron a la puja en algún momento del procedimiento. Finalmente, con independencia de que por el camino han quedado otras propuestas de las que no cabe cuestionar gratuitamente su intención o solvencia, la oferta del grupo catalán ha batido objetivamente al resto en términos de inversión, arraigo de su proyecto industrial en Euskadi y empleo. La satisfacción general que quedó reflejada ayer tanto en la valoración de las instituciones como de los agentes sindicales vascos atestigua que existe un consenso amplio en este extremo. Pero no cabe olvidar que una circunstancia coyuntural derivada de la severa crisis que aún arrastramos ha puesto contra las cuerdas la sostenibilidad de todo un sector industrial vasco que, en su último ejercicio antes del colapso de la cooperativa de Arrasate -2012- empleaba a más de 3.500 trabajadores y facturaba más de 1.400 millones de euros. Un tejido activo y productivo como ese, que ya había notado en su facturación el impacto de la crisis del ladrillo al caer ésta en 300 millones en sólo un ejercicio, merecía mejor suerte que su hundimiento por la decisión de abandonarlo del holding tractor del mismo. A Fagor Electrodomésticos le seguían sus proveedores y red comercializadora, los desarrollos tecnológicos que acarrean la actividad de fabricación de componentes, que muchas veces trascienden el propio sector del electrodoméstico. Todo un tejido de empresas cuyo abandono hubiera tenido un coste severo en términos de actividad industrial para el país más allá del drama humano que siempre acarrea la pérdida de empleos directos. Fagor tiene nueva vida por delante -y debe propiciarse que así sea también para Edesa de Basauri- porque hay quien ha creído en la viabilidad de este sector y de su implantación en Euskadi.
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