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La gran coalición ¿contra quién?

El tono de la cita de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, precedida de las opiniones vertidas por el nuevo líder socialista augura puntos de encuentro “en contra de” más que “a favor de”

LA cita de ayer en Moncloa no sirvió para despejar de forma nítida si el nuevo secretario general del PSOE está en disposición de constituirse en alternativa al proyecto del PP, si es al menos capaz de moderarlo en materia social y de reconfiguración del modelo de Estado o si, definitivamente, está más dispuesto a ejercer de acompañante poco dispuesto a asumir riesgos, atado a una gran coalición de facto de la que no cabría esperar impulso transformador. Pedro Sánchez se decantó por ofrecer un mal presagio de esta reunión cuando la víspera se apuntó a la criminalización del independentismo al compararlo con la violencia machista. Ayer, el secretario general socialista salió de Moncloa incapaz de proyectar ninguna aportación a la crisis territorial más allá de sostener una alambicada posición en la que la única alternativa al proceso de consulta en Catalunya se dibuja de la mano de la reforma constitucional de orientación federal en su enunciado pero indefinida más allá de éste. En el último año, el PSOE no ha sido capaz de avanzar en su propio proyecto federal, no lo ha abierto a las realidades nacionales que conviven en el Estado y tampoco ha sido capaz de dotarlo de un contenido específico que aclare su viabilidad más alla de la sospecha de una reedición de la LOAPA y el café para todos. En consecuencia, es significativo que el primer mensaje que el nuevo líder socialista eligiera difundir ayer fuera la del consenso con Mariano Rajoy en relación a la ilegalidad de la consulta catalana. El resto de su discurso, el relativo a las iniciativas sociales y económicas, que tampoco brilló por su concreción más allá de un eslogan, careció de la contundencia de quien pretende ser alternativa. Hace unas semanas se hablaba en Europa de las bondades del modelo de gran coalición, aludiendo a un espacio compartido entre los grandes partidos de derecha y socialdemócratas para configurar las instituciones europeas. La versión reducida de ese planteamiento en España no se enuncia con claridad pero está en la esencia de los mensajes remitidos ayer: cierre de filas en un concepto compartido no tanto de lo que se quiere que sea el Estado como de lo que no se quiere que sea. Es preocupante la disposicion de este PSOE a compartir espacios “en contra de” como alternativa a su incapacidad para liderar proyectos “a favor de”.