FRONDE es el nombre francés para las hondas o tiragomas. Durante la minoría de edad de Luis XIV, entre 1648 y 1653, Francia se vio inmersa en una serie de revueltas y guerras nunca declaradas. En ese período, la regente Ana de Austria, su ministro principal, el cardenal Mazarino; los Grandes del reino, los magistrados? protagonizaron unas luchas por el poder tan devastadoras como estériles que han pasado a la historia con el nombre de La Fronda. En esta ocasión, lo humilde acabó por dejar su impronta y los tirachinas, fronde, que usaban los sublevados de París en desigual lucha contra los bien pertrechados ejércitos de los nobles, acabaron por dar nombre a tan convulso período.
Todo comenzó cuando la regente Ana acudió al Parlément, que era una instancia de la judicatura, interesando la aprobación de nuevos impuestos, pues Francia se hallaba en una situación de crisis económica profunda consecuencia de la guerra de los Treinta Años. Las Cortes, instancia legislativa, se opusieron a tal maniobra que les ninguneaba y finalmente la regente y sus ministros tuvieron que pasar por las condiciones que aquellas les impusieron. Solo cuando el ministro Mazarino se sintió fuerte tras la victoria de sus tropas contra los españoles en la batalla de Lens, dio vuelta a la situación procediendo al arresto de los dirigentes de las Cortes, lo que provocó la sublevación del buen pueblo de París y el uso de los tiragomas, dando comienzo a la primera guerra de la Fronda, la llamada parlamentaria.
La segunda tuvo como protagonistas a los príncipes de Francia, quienes se dedicaron años y años a guerrear para mantener sus primacías, canonjías, títulos y otras vanidades, llegando a cometer delitos de lesa patria como el de solicitar la ayuda de Felipe IV de España a cambio de cesiones de territorio nacional. La Fronda fue un periodo de intrigas políticas tan intenso que ha dado nombre a cuantos episodios similares se han vuelto a producir en cualquier otro lugar de Europa. Y, a mi modo de ver, en nuestro país estamos asistiendo a un episodio de fronda parlamentaria.
La instauración del Parlamento Vasco es un hecho al que podemos calificar sin riesgo de desmesura de acontecimiento histórico. Los vascos jamás habíamos tenido con anterioridad un órgano legislativo supraterritorial, por lo que no parecíamos conscientes de su potencialidad política. Los unos, por considerarlo una institución hijuela del Estatuto vascongado y la Constitución española, además de separadora de Navarra; los otros, porque al considerar que lo prioritario era la inmediata reinstauración del Gobierno vasco, abolido tras una guerra, como ocurrió con los Fueros, dejaron al Parlamento orillado respecto a las instituciones ejecutivas: Gobierno vasco y diputaciones forales.
Sirva como ejemplo de lo antedicho esta anécdota: En cierta ocasión, acompañé a una delegación de representantes de la Confederación de Sindicatos de Dinamarca (LO) en una gira por Euskadi repleta de entrevistas con ELA, PNV, EA y finalmente con el lehendakari José Antonio Ardanza. Una de las sindicalistas -utilizo el género femenino porque la delegación era mayoritariamente femenina- preguntó de sopetón al lehendakari cuáles eran los elementos más señeros del autogobierno vasco. Resueltamente, Ardanza dijo: el gobierno, la Ertzaintza y Euskal Telebista. Coincidí al punto con el lehendakari. No parecía ser este el criterio de la danesa que, a renglón seguido, replicó: “En mi país, cualquiera habría contestado que el Folketting-Parlamento, el más antiguo de Europa y donde reside la soberanía del pueblo”. Una brecha cultural política se abría ante nuestras narices. Y una lección que no olvidaré.
Lo cierto es que durante los gobiernos de Ardanza, con sólidas mayorías parlamentarias; los de Ibarretxe, no tanto pero suficientes, y el de López, con la estabilidad garantizada por los tribunales que ilegalizaron a la izquierda abertzale, el Parlamento Vasco se transformó en un horno microondas que calentaba el plato cocinado en los despachos del gobierno o en las reuniones con los partidos que lo apoyaban.
Y, de repente, Eusko Legebiltzarra se convierte en una fronda parlamentaria. No así el Parlamento Foral navarro, donde al grito de “¡que vienen, que vienen!” todo acaba en nada. Lo de Gasteiz es harina de otro costal. La oposición, que durante tanto tiempo se ha dedicado a ver llover o a llorar lágrimas de impotencia, agua dulce o salada pero agua al fin y al cabo, descubre que al gobierno se le puede sacar de paseo a diario, cuando no sacarle los colores cada semana. Lo irónico es que fuera el PNV quien les enseñara el camino mientras hizo oposición a su predecesor, sacándole también a pasear, cuantas veces quiso, desde Lakua hasta Becerro de Bengoa. La novedad está en que ahora la oposición es una y trina, PP, PSE, Bildu, con UPyD dando el punto. Una sola oposición y tres distintas intenciones. Oposito sin perder de vista la posibilidad de gobernar de nuevo conjuntamente, parece decir el PSE. Oposito sin perder de vista que necesito de tu gobierno en Euskadi para estabilizar España, parece pensar el PP. Oposito sin perder de vista que mientras el poder se me resista juego a la desestabilización, parece hacer Bildu. Oposito para desfacer entuertos de corrupción, declara el quijote sin rocín ni lanza que atiende por el nombre de Maneiro.
De tal manera, el Parlamento Vasco esta más activo que nunca si hablamos de ruedas de prensa, comisiones investigadoras, interpelaciones a los consejeros y al lehendakari, anuncios de interposición de querellas, plantones de protesta ante su fachada y dimes y diretes. No sé cuánto tiempo dedica el gobierno a preparar respuestas a los grupos políticos, a las comisiones de investigación, a las diversas peticiones de información sobre el más ínfimo detalle y, a partir de ahora, a preparar su defensa jurídica ante la cascada de querellas que se anuncian. El hecho es que la producción legislativa de este periodo es mínima, el calendario de aprobación de las leyes se prorroga y el ciudadano observa todo lo que acontece como si se tratara de una girándula, una dislocada rueda llena de cohetes, fuera de control.
No me malinterpreten, no estoy pidiendo una oposición lisonjera o pastueña. Me limito a constatar que si alguien cree que se han cometido delitos, acuda a los tribunales, y que si todos consideran que el gobierno es incapaz de gobernar, presenten de común acuerdo una moción de censura. Pero esta amalgama de anunciadores de querellas, de acogedores del alboroto, de transmisores del ajuste de cuentas, recuerda más a la puja por desalojar del poder a toda costa que a una leal oposición. Y como se muestran incapaces, uno a uno y los tres en uno, de ofrecer una alternativa consistente de gobierno, se limitan a practicar la fronda parlamentaria incluso aunque afecte a iniciativas del calado de la ponencia de paz o la ponencia de autogobierno.
La Fronda acabó cuando Luis XIV alcanzó la mayoría de edad. La de nuestro parlamento acabará cuando se fragüe una mayoría política de sustento al gobierno. En otro caso, esta legislatura será un ejemplo negativo de parlamentarismo y tan estéril que llevará a los ciudadanos a considerar que en una próxima elección hay que votar a quien puede gobernar y dejar de hacerlo a quien lo impide de tan frondosa manera.
* Abogado