lA expectación abierta ante el primer discurso de Felipe de Borbón tras la abdicación de su padre, en Leyre, acabó en una mera faena de aliño repitiendo los tópicos que ha expuesto cada año en esta ceremonia. Las referencias a la unidad y la diversidad de España como argumento principal, al menos en los medios de comunicación de Madrid, se han venido sucediendo año tras año -un matiz diferente hubiera sido realmente lo noticioso-, solo que esta ceremonia anual hace tiempo que había dejado de centrar el interés informativo fuera de Navarra. Más allá de las obligaciones del protocolo y de las mínimas exigencias de prudencia en las palabras, el discurso de Felipe de Borbón, de estreno in péctore como nuevo rey, obvió cualquier referencia a los principales problemas políticos, territoriales, económicos , sociales y constitucionales de la sociedad actual. Además se le pueden reprochar las referencias caducas a la vieja y superada historia oficial que presentaban a Navarra como supuesto solar de la idea uniformadora de la patria española precisamente cuando los navarros y navarras acaban de recordar los 500 años de la conquista militar de su viejo Reyno en un contexto en el que las sucesivas investigaciones y descubrimientos de historiadores e historiadoras navarras han demostrado la impostura que ha alimentado durante siglos la versión oficial de aquellos hechos. La verdad histórica merece un poco más de respeto que la simple repetición de falsedades ya superadas, y más de quien aspira a un cargo de centralidad e intermediación institucional. Si Felipe VI quiere afrontar su tiempo como Jefe de Estado con eficacia de servicio público, como asegura, debe analizar con mayor perspectiva presente los problemas que asuelan en esta segunda década del siglo XXI a la sociedad, y su intervención en la histórica Abadía de Leyre -fiel a Navarra durante los años de la conquista castellana-, estuvo lejos de ello. Y fue, en este sentido, otro error significativo la ausencia de una referencia siquiera de cortesía al euskera, lengua de Navarra como el castellano, que sí había tenido en sus visitas anteriores. La reivindicación de la unidad de España puede formar parte de sus obligaciones como depositario de la Corona que hereda, territorios incluidos, de su antecesor, pero sus obligaciones como representante de un Estado democrático van mucho más allá y exigen propuestas y vías de solución a los problemas y demandas reales de sus conciudadanos. No confirmar que todo seguirá igual como adelantó su madre Sofía.