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PSE, gestión o catarsis

El anuncio de un congreso extraordinario no despeja la duda de si el socialismo vasco -con López o sin él- será capaz de acompasar la renovación de estructuras con la remodelación política y la recuperación de fundamentos ideológicos

EL anuncio por Patxi López de un congreso extraordinario del PSE para el próximo setiembre, en el que se daría paso a una nueva ejecutiva y un nuevo secretario general, supone trasladar a Euskadi casi miméticamente la renuncia que Alfredo Pérez Rubalcaba hizo pública un día antes. Una traslación lógica si se considera que el PSE de Patxi López también ha seguido del mismo modo las directrices políticas emanadas de Ferraz, incluso las referidas a Euskadi, y en consecuencia sus resultados electorales han venido siendo paralelos a los que iba obteniendo su marca estatal. O que López había abrazado su futuro a las decisiones de Rubalcaba tal vez a la espera de dirigirlo en esa dirección, como demostraría el perfil nítidamente estatal de su participación en la reciente campaña. En todo caso, la única diferencia entre los anuncios de ambos radicaría en que el de López ha sido bastante menos rotundo en la asunción de responsabilidades personales en la derrota electoral pese a las pérdidas del PSE -98.370 votos respecto a las europeas de 2009 (el 48,4% de los apoyos), 150.498 respecto a las generales de 2011 (el 59%) y 107.424 (el 50%) respecto a las últimas elecciones al Parlamento Vasco-, lo que junto a la lejanía en el tiempo del congreso extraordinario (en la práctica, cuatro meses) dejaría un resquicio a la reconsideración en virtud de determinadas situaciones internas. Si se analizan las posibilidades de liderazgo en el PSE tras los doce años de López en su Secretaría General y las capacidades para liderar la imprescindible reestructuración a todos los niveles no se antoja una posibilidad tan descabellada. La duda, además radica en que, con López o sin él, los socialistas sean capaces de acompasar la anunciada renovación de sus estructuras en Hegoalde -incluida la del PSN sin Roberto Jiménez- con la remodelación de su línea política y la recuperación de fundamentos ideológicos que han ido perdiendo en las últimas décadas, abandonados a la comodidad de la obediencia a Madrid, la asunción del concepto liberal y centralizador de la democracia imperante en el Estado y la administración de cargos. Pero si la renuncia formulada por López es parte de esa gestión y no de la imprescindible catarsis que, como enseña la situación en Catalunya, debería incluir una posición muy diferente respecto a la realidad política vasca, el PSE se verá arrastrado paulatinamente hacia la marginalidad.