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Transición episcopal

La elección del exobispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, para presidir la CEE no es una sorpresa ni supone aún la traslación a la Iglesia estatal del cambio en el Vaticano que se intuye tras los gestos del Papa Francisco

LA elección de Ricardo Blázquez, exobispo de Bilbao y actual arzobispo de Valladolid, como presidente de la Conferencia Episcopal (CEE) en sustitución de Antonio María Rouco Varela no puede considerarse una sorpresa. Blázquez, que ya presidió la CEE entre 2005 y 2008, era el principal candidato, como lo demuestran los 60 apoyos cosechados en primera vuelta de los 79 votos posibles. En consecuencia, su elección tampoco puede contemplarse como la traslación al seno de la Iglesia estatal del cambio que se deriva, al menos en cuanto a las formas, de la elección -esta sí un tanto sorpresiva- de Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco en sustitución de Benedicto XVI. Blázquez ofrece, cierto es, un perfil personal mucho más moderado que el de su predecesor y un carácter dialogante que contrasta con la ideologizada -incluso politizada- dirección del episcopado estatal ejercida por Rouco Varela. También, como se comprobó durante su estancia en Bilbao, una mayor preocupación por los aspectos sociales, con implicación personal directa en la amplia labor que la Iglesia realiza, especialmente en tiempos de crisis, en ese ámbito. Incluso alguna mayor cercanía con las bases eclesiales. Pero son las mismas características que posibilitan el consenso en torno a su persona entre el resto de los obispos las que limitan su capacidad para liderar un necesario viraje en los postulados de la Iglesia estatal similar al que se intuye en el Vaticano bajo el impulso del Papa Francisco, aunque este acabe por trasladarse en una u otra medida a toda la Iglesia católica. Los 72 años de Blázquez, además, le otorgan únicamente el horizonte de los tres años hasta la próxima elección, por cuanto entonces, en 2017, ya tendrá los 75 que le convertirán en inelegible y deberá dar paso a otro. La Conferencia Episcopal, en realidad, ha optado por un periodo de transición, quizás a la espera de que el pontificado de Francisco determine más claramente y más allá de los gestos el rumbo que toma la Iglesia universal, lo que en la práctica supondrá más continuismo que cambio. En todo caso, esa labor de remodelación quedará seguramente para después de Blázquez, tiempo que no es ajeno a la elección ayer del exobispo de Bilbao ni a la del obispo de Valencia, Carlos Osoro, como vicepresidente.