Crimea y el derecho internacional
El anunciado referéndum, de resultado tan evidente como el origen ruso de las tropas que ocupan la península, es el método para sortear la legalidad que emplea Moscú, legitimada por antecedentes en Serbia, Irak o Libia
LA resolución del parlamento de Crimea solicitando a Moscú su incorporación a la Federación Rusa no es sino un paso más en la medida estrategia de Moscú para recuperar la península cedida a Ucrania, entonces república socialista soviética, por Nikita Kruschev en enero de 1954, quizás a raíz de su mala conciencia por haber dirigido las purgas estalinistas entre los ucranianos tres lustros antes. El siguiente paso se dará el próximo 16, fecha a la que el gobierno regional ha adelantado el referéndum para decidir entre esa opción o la independencia de facto que les otorgaría acogerse a la constitución de 1992. Esa elección, sin embargo, se antoja de resultado tan evidente como el origen ruso de la mayoría de la población de Crimea y de las tropas sin distintivos que hoy la controlan. Rusia, que ya ha iniciado el proceso para nacionalizar a los crimeos que lo soliciten, se juega en esa península el control del Mar Negro desde la base naval de Sebastopol y, con él, de la costa de Georgia y de buena parte del Cáucaso y el acceso de su armada al Mediterráneo, incluyendo la conexión con su base naval de Tartus (Siria) y con el Canal de Suez. La autodeterminación de Crimea es solo la excusa con que Moscú pretende sortear las acusaciones -y alguna consecuencia- de la clara violación del derecho internacional (Convenios de La Haya y Ginebra) que supone la ocupación de parte de la integridad territorial ucraniana; de los acuerdos de Helsinki, firmados en 1975 por 35 países, entre ellos EE.UU., Rusia y Ucrania, que incluyen la inviolabilidad de las fronteras mutuas y la renuncia a la amenaza o el uso de la fuerza; y del Memorandum de Seguridad de Budapest, rubricado 19 años más tarde, en 1994, por EE.UU., Rusia, Gran Bretaña y Ucrania y por el que esta se adhería al Tratado de No Proliferación Nuclear y devolvía a Moscú el control del armamento atómico almacenado en su suelo tras el desmoronamiento de la URSS. Moscú, en cualquier caso, no debería haber sorprendido a nadie. Menos a la UE o a EE.UU. Solo repite la estrategia que ya usara con Abjasia y Osetia frente a Georgia en 2008 con el pretexto de la protección de las minorías rusas para, logrados sus objetivos, aceptar el plan de paz europeo. Y como entonces, esgrime en defensa de una supuesta legitimidad los antecedentes de la OTAN en Serbia o Kosovo o la ignorancia por Occidente de la legalidad internacional en Irak o Libia, entre otros conflictos.