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El 'PP de Quiroga', un partido herido

El congreso de la formación conservadora ha sido la escenificación de una "unidad" muy resquebrajada del que tanto la presidenta, que ha sufrido un voto de castigo, como los propios 'populares' salen magullados

EL Partido Popular del País Vasco cerró ayer su congreso extraordinario convocado para ratificar a Arantza Quiroga como líder de la formación conservadora con una sensación ambivalente. Por un lado, los dirigentes han logrado prácticamente in extremis evitar una ruptura interna que se venía vislumbrando en los últimos días. Por otro, y pese a las consabidas apelaciones al consenso y a la unidad, lo cierto es que Quiroga obtuvo un respaldo del 72,8% de la militancia, un apoyo más que suficiente pero que evidencia un importante descontento en las filas populares y quizá no solo por cómo se ha gestionado el proceso precongresual. El "PP de Quiroga", como lo definió el sacrificado Iñaki Oyarzábal, ha salvado los muebles, pero sale herido del cónclave y su presidenta, maltrecha. De hecho, el congreso celebrado en Donostia ha sido una ceremonia centrada en lamerse las heridas. El porcentaje logrado por Quiroga es sensiblemente inferior al que obtuvo su antecesor en el cargo, Antonio Basagoiti, que fue quien la colocó en la presidencia, aunque es cierto que su liderazgo no ha quedado cuestionado. Sí sus formas. A día de hoy, la refrendada líder popular no ha explicado por qué ha decidido prescindir de un valor para el partido como Iñaki Oyarzábal, reconocido ayer por todo el cónclave, que le rindió un continuo homenaje, excepto por ella misma. Tampoco ha explicado su pulso con el sector alavés -y viceversa- y el fiasco de su elección del concejal gasteiztarra Manu Uriarte como número dos. No basta con pedir "disculpas" -que no "perdón", como tenía previsto expresar, según el discurso que llevaba escrito- por "dañar la imagen" del PP vasco. Debería explicar por qué ha tenido lugar ese "complicado tránsito", como definió las disputas precongresuales. Más allá de los discursos, las sonrisas y los abrazos forzados, nada ha cambiado en la formación popular. Conseguido el aval que quería y ganado -al menos en apariencia- el pulso previo, Arantza Quiroga capitanea ahora con menos fuerza un PP herido que tiene el gran reto de ser un partido determinante en el nuevo tiempo sin violencia que vive Euskadi. Para ello, deberá tener un discurso propio, autónomo, pegado al suelo, a sus raíces. "Cojo el mensaje. Me queda mucho por hacer", reconoció ayer tras conocer la votación. En efecto, tiene mucha tarea por delante.