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Cambio de régimen en Ucrania

La sorpresiva caída de Yanukóvich y la toma del poder por parte de la hasta ahora oposición han abierto una nueva etapa en el país, que continúa dividido y con amenaza de que el conflicto en las calles se mantenga

LOS acontecimientos se han precipitado de manera fulminante en Ucrania tras meses de conflicto, principalmente en las calles aunque también en el ámbito institucional, y después de un baño de sangre en los últimos días. La probablemente irregular destitución del presidente Víktor Yanukóvich por parte del Parlamento, la excarcelación de la líder opositora y ex primera ministra Yulia Timoshenko y los nombramientos de los nuevos presidente de la Cámara, ministro del Interior y, sobre todo, del jefe de Estado interino Alexandr Turchínov -todos ellos controlados por la hasta ahora oposición- han dado la vuelta a la tortilla en el intrincado panorama ucraniano. El país, sorpresivamente, ha cambiado de régimen sin que se conozcan muy bien los entresijos de lo que tanto el depuesto presidente como el líder ruso Vladimir Putin no dudan en calificar de "golpe de Estado". Si no lo es, desde luego se le parece mucho. Otra cosa es que el régimen autoritario y corrupto de Yanukóvich -solo contemplar la que ha sido su mansión, donde tenía instalados un campo de golf y hasta un zoológico, da idea del nivel de locura en el que estaba instalado- necesitará de un cambio radical hacia su desaparición y la democratización urgente del país. Si hace solo unos días se percibía un riesgo evidente de guerra civil con un enfrentamiento sangriento en la calle entre dos bandos irreconciliables, ahora la incertidumbre se ha adueñado tanto de Ucrania como de la comunidad internacional. Porque los dos bandos no han desaparecido y el hecho de que los opositores a Yanukóvich se hayan alzado con el poder no significa que los seguidores del depuesto presidente -y él mismo, como ya ha advertido- se vayan a rendir. Sin contar con que quienes aparentemente dirigen ahora Ucrania conforman un conglomerado demasiado heterogéneo y con intereses difícilmente conciliables, aunque hasta ahora hayan compartido el objetivo de derribar el régimen. Las dos Ucranias -simplificando, la prorrusa y la partidaria del acercamiento a la UE- libran ahora una batalla distinta. Quienes celebran que "la calle" haya vencido y derrocado a un régimen corrupto no pueden ignorar que esa misma "calle" puede librar ahora la batalla en sentido contrario. Occidente (principalmente Europa) y Rusia no deberían, por responsabilidad, permitir una Ucrania inestable a golpe de violencia.