CON la quiebra de Fagor Electrodomésticos, algunas voces se apremian a certificar la consumación del mito de Mondragón. Es el fin del paraíso igualitario, afirman. Estas voces obvian que dicha experiencia cooperativa nunca ha sido ningún mundo perfecto, sea igualitario o de otro tipo. Que las tensiones y las paradojas internas han sido consustanciales a su existencia. Y es que en el ámbito de las organizaciones empresariales, como en muchos otros, dichos paraísos aún están por descubrir.
La crítica externa a las cooperativas de Mondragón estuvo muy presente en sus dos primeras décadas de andadura. Con el transcurso de los años, la contestación externa inicial se fue diluyendo. Su pujanza económica y, sobre todo, su expansionismo estatal e internacional, con los que superaron el embate de las distintas crisis económicas de los años 80 y 90, parecieron acallar muchas críticas pese a que la experiencia cooperativa continuó recibiendo algunas, más o menos agudas y explícitas, de diversos agentes políticos y sociales. Sin embargo, en todos estos años, las tensiones, las críticas y la reflexión interna no cejaron.
En el ámbito académico, Mondragón atrajo el interés internacional para su estudio desde las primeras décadas de su andadura. Interés que se ha ido consolidando en las décadas posteriores, como modelo alternativo empresarial singular en la economía capitalista globalizada. Es en dicho mundo académico donde se labró parte de su carácter mítico. De mito más bien monolítico pues, al menos desde la óptica de los estudios de dirección de empresas, ha predominado la mirada acrítica y complaciente, sin muchos matices, como por otra parte resulta habitual.
Es un ámbito en el que se tiende a reproducir y asimilar sin perjuicios el discurso de las empresas como si fuera propio y, lo que quizá resulte más grave aún, a identificarlo con su propia praxis, obviando que en dichas organizaciones la retórica tiende a disociarse o desconectarse de la realidad del día a día. Pero este seguidismo acrítico, fruto quizá de nuestro afán por superar el déficit de legitimidad que se nos achaca, también tiene sus excepciones en el estudio de la experiencia mondragonesa, tanto en el plano internacional, como en el más cercano, donde se han publicado interesantes trabajos sobre sus tensiones y paradojas. Por cierto, gran parte de las contribuciones más desarrolladas y matizadas se han realizado en euskera, como también sucede con los análisis realizados sobre muchos otros temas por estos pagos.
En otro plano bien distinto, en eso que de forma tan difusa se suele denominar discurso a pie de calle, se ha ido forjando cierta perspectiva crítica con la experiencia de Mondragón, fundamentada quizá en la oposición a un discurso mediático superlativo y autocomplaciente que con frecuencia la ha rodeado. Una crítica que en ocasiones adquiere cierto matiz amarillento y popular muy propio de la sabiduría convencional: una crítica desdeñosa, que se resumiría, en una de sus vertientes, en la típica afirmación lapidaria según la cual eso de las cooperativas de Mondragón "no es más que una secta". Sin entrar a valorar el posible impacto ¿quiero entender que residual? de cierto discurso mediático cavernario que ha venido identificando sin titubeos a dicha experiencia "con el terrorismo vasco (sic)".
De forma que no extraña, aunque apene, que una quiebra empresarial como tantas otras que estamos presenciando despierte cierto goce malsano por la desgracia ajena. Pero llueve sobre mojado puesto que este tipo de actitud tan poco empática que en este caso concreto algunos advierten de forma tan nítida con el colapso de Fagor no resulta por desgracia tan singular en el tiempo que llevamos de crisis, si bien es cierto que son siempre, o al menos así lo espera uno, actitudes claramente minoritarias.
Puede que el reciente colapso de Fagor Electrodomésticos, con su consabida y lamentable pérdida de empleos directos e inducidos, haga añicos el mito de Mondragón. En esta potencial representación, la cobertura de los medios de comunicación jugará un papel clave. Pero sea como fuere, más allá de mitos y leyendas, en estos tiempos lo que se precisa es que, como tantas otras, esta experiencia empresarial perdure en su diversidad. Que perdure, redefiniéndose quizá como propuesta empresarial, económica y social de carácter singular, en un tiempo, huelga decirlo, bien necesitado de alternativas.