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Actitudes reprobables

AMIGOS, por propia convicción personal sigo siendo un iluso optimista con el Athletic. Lo sería aun cuando no encuentre nada que salvar de la quema, es una cuestión de fe, esa que emerge necesariamente en semanas duras como la presente. Dicho esto y visto el partido que nos regalaron en el estadio Los Cármenes ante el Granada no hay ninguna justificación para no criticar al equipo por su indolente actitud. A la garra del león le hicieron la manicura leía esta semana en Facebook a una aficionada indignada.

Tenemos el derecho a pedir respuestas por las enormes dudas generadas tras la visita a Los Cármenes. Son nuestros jugadores, representan a un club centenario y a una afición entregada. Pueden ganar, perder o empatar, esto es deporte y todo es posible. Pueden hacer filigranas y vanagloriarse de los elogios que sin duda encontrarán en los oportunistas discursos de algunos analistas. Pero también pueden pifiarla por torpeza, acierto del rival o simple mala suerte. La casuística en el fútbol es incontable y casi siempre sirve para encontrar argumentos que justifiquen un resultado.

Hay sin embargo una cosa imperdonable que nada tiene que ver con los marcadores y los resultados finales. Aquí es inaceptable bajar los brazos y no dar la talla en aquello que debería ser nuestra fortaleza, la actitud, una seña de identidad intocable. Ha sido el capitán quien esta semana ha salido a la palestra obligado por las circunstancias para dar la versión del vestuario sobre la parodia de partido del lunes. No le resultó sencillo encontrar palabras convincentes y apostó por la autocrítica, esa que ayuda a comprender con menos rabia lo incomprensible.

La alocución de Gurpegi se centró en reconocer la gravedad por no haber respondido con pundonor en esa desafortunada noche que terminó siendo anodina por la inoperancia de los leones. Carlos Gurpegi fue más allá, entonando el mea culpa del vestuario por la ausencia de la actitud y la incapacidad de competir que se presupone en un equipo profesional, una cara amarga que ya hemos visto en un grupo que se achica cada vez que se acrecienta la ilusión, crecen las expectativas y la presión externa por estar cerca un objetivo ambicioso.

El temblor de piernas llegó a su cenit en las finales perdidas, lo creíamos aparcado pero volvió a emerger el lunes cuando el Athletic estaba en disposición de colocarse en los privilegiados puestos Champions. Muchos estábamos inmersos en una nueva entrega del cuento de la lechera y es innegable que darnos de bruces con el baño de realidad supo a cuerno quemado. Indudablemente estos dientes de sierra provocan cabreo. En Granada nos echamos las manos a la cabeza porque no reconocimos al equipo, nos indignó la merecida derrota pero merece más censura la sensación de pasotismo que quedó en el último tramo del choque.

Tiene tela que fuera el modesto Granada quien buscara el tercero como si le fuera la vida en ello y el tantas veces irreductible Athletic hubiera entregado la cuchara muchos minutos antes. La semana se ha hecho muy larga en los mentideros rojiblancos, a la furia posterior al partido le ha seguido la búsqueda de explicaciones pero no hemos encontrado las convincentes.

Irremediablemente alguien tiene que poner solución al problema. Derrotas sin paliativos como esta exigen un cambio radical de actitud en los futbolistas y la toma de decisiones por parte de los gestores. Alguien tendrá que explicar a los profesionales que en el fútbol de élite no valen ni los comportamientos acomodaticios ni las excusas de patio de colegio, que esto no es una pachanga entre amigos en la que decides unilateralmente borrarte y llevarte el balón si no estás contento con su resultado. A sueldos millonarios responsabilidades a la altura. No hay que tener miedo a hablar de fútbol y de los problemas reales del equipo. Si hay falta de actitud habrá que soltar el látigo, si se cometen errores impropios en un profesional les tendrán que leer la cartilla aunque el culpable sea uno de los estandartes, ahora bien si es una cuestión de endeblez mental habrá que ponerle solución psicológica.

Cuando leí en una red social un crudo aunque revelador comentario de Santi Segurola se me encendió la luz: "En el Athletic a veces hay una actitud amateur correspondida por el público. No puede ser que el equipo regale el primer gol y tenga que remar en contra en todos los encuentros". Segurola da en el clavo, falta máxima exigencia y se ha perdido el rastro de la mentalidad ganadora exhibida pocos años atrás. La sobreprotección a la que sometemos a nuestros millonarios prematuros en vez de beneficiarlos los hace influenciables a las constantes amenazas que llegan incluso de esos rivales modestos que suelen tener mucho más claras las normas elementales del fútbol. Sobreproteger crea inseguridad y sentimientos de inutilidad lo que dificulta la toma de decisiones coherentes cuando los partidos se les tuercen. Pero son solo teorías. No tenemos la llave aunque estamos a tiempo de aportar crítica constructiva, el equipo tiene margen para enderezar el rumbo porque tan solo han transcurrido 7 jornadas. Yo sigo abonado al optimismo y repetiré aquello de que el hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído.