LA previsión hecha pública por el president de la Generalitat, Artur Mas, de unas elecciones plebiscitarias en Catalunya en 2016 como respuesta a lo que cree segura negativa del Gobierno del Estado que preside Mariano Rajoy a la exigencia de una consulta en 2014 respecto a la capacidad de decidir de la sociedad catalana no supone renuncia alguna al soberanismo institucional acuñado por Mas ya antes de las últimas elecciones, pero sí lo tamiza en un filtro de realidad. Por un lado, el president termina por admitir un orden de prioridades alterado, siquiera mínimamente, respecto a su discurso anterior al asumir prioritario, por indispensable para el éxito nacional de Catalunya, "una expectativa respecto a las políticas del estado de bienestar", es decir, la recuperación económica y su traslado al día a día de la sociedad catalana, y la reinstauración de la confianza en la política y los políticos; condicionantes ambos unidos entre sí y sin los que una carrera hacia la soberanía no puede ser guiada sin arriesgar el mismo entramado institucional que hoy la respalda e impulsa con resultados impredecibles. Por otro, Mas también concluye que la negativa de Rajoy, con el más que probable aval del Tribunal Constitucional en último término, no puede desembocar en otra cosa que una convocatoria electoral en la que los catalanes determinen con claridad meridiana sus aspiraciones, de gobierno pero también de autogobierno y en cuanto a sus relaciones con España. En ese camino, y si Mas ha demostrado haber hecho todo lo posible por celebrar la consulta, CiU podrá muy posiblemente contar con ERC aunque en el acuerdo vigente con los republicanos se especifique como irrenunciable la fecha de 2014 para su celebración. No en vano el president ya avanza la posibilidad de que los de Oriol Junqueras entren a formar parte de su gobierno, quizás como antesala de una gran coalición soberanista en caso de llegarse a esas elecciones pebliscitarias. Y ese planteamiento quizás explique que haya sido apenas una semana antes de la Diada y de la celebración de la Vía catalana, la cadena humana que pretende precisamente reclamar para Catalunya sus derechos de soberanía, el momento elegido por Mas para confirmar el camino que pretende y advertir a Rajoy de las consecuencias de su cerrazón e inmovilismo.