El fracaso de la Transición
EL 20 de noviembre de 1975 falleció en la cama Francisco Franco Bahamonde, el tirano que había gobernado con mano de hierro durante casi cuarenta años. La muerte del dictador, por otro lado, no supuso el fin de la dictadura que se mantuvo formalmente hasta junio de 1977 y en diferentes aspectos hasta 1979. Hay algunos datos que no se pueden perder de vista: la Policía Política (Brigada Político Social) no se disolvió hasta marzo de 1977, la libertad de expresión no fue plena hasta por lo menos 1978 (recuérdese el asunto de El libro rojo del cole) y la mayoría de las instituciones locales y provinciales permanecieron en manos franquistas hasta 1979.
En aquellos días, por otro lado, el gran debate se centraba entre quienes defendían la ruptura con la dictadura y quienes preferían reformar las instituciones del Estado existente que permitiesen la transición hacia una democracia plena. Este es un proceso que se inicia en 1977 y no en 1975 como pretenden algunos para tapar vergüenzas de partidos e instituciones. No hay que olvidar que el Partido Popular nace como Alianza Popular en 1976, en tiempo de dictadura, basado en una "ley de asociaciones políticas" que excluía a los partidos de tradición democrática. Fue fundado por los llamados siete magníficos: seis ministros de Franco (Manuel Fraga, Cruz Martínez Esteruelas, Gonzalo de la Mora, Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente Laureano López Rodó) y Enrique Thomas de Carranza, presidente de la Hermandad de Combatientes de la Cruzada. Por otro lado, la monarquía que surge a la muerte de Franco está basada en una ley de sucesión por la que Juan Carlos, príncipe de España, sucedía a Franco y no a un rey. Entre noviembre de 1975 y mayo de 1977, Juan Carlos no gozaba de derechos dinásticos y hasta 1978 no fue reconocida la monarquía constitucional. A los ciudadanos no se les dio la oportunidad de pronunciarse sobre el signo institucional del Estado. Ni en 1976 (Ley de Reforma), ni en 1978 (referéndum constitucional).
En 1978, se aprobó una Constitución que, a pesar de lo que se ha dicho, seguía mirando de reojo a los militares. Desde el Artículo 8º a competencias sobre puertos y aeropuertos. Por otro lado, aunque el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 no logró sus objetivos finales, supuso un retroceso para el camino hacia la plenitud democrática. Se puso en marcha el intento de imposición de la llamada Ley de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), cuyos efectos se siguen sintiendo en la autonomía vasca, agravados por el efecto de los intentos de recentralización del Gobierno de Mariano Rajoy.
Entre 1986 y 2006, se producen una serie de acontecimientos decisivos. El ingreso en la Unión Europea (y la llegada masiva de fondos de cohesión), la venta de las empresas publicas rentables (que generó ríos de dinero), eso que se conoce como "burbuja inmobiliaria" y una orgía consumista han sido cartuchos letales para el régimen de la Transición.
En estos años, por otro lado, la acción de ETA ha servido para echar un tupido velo sobre lo que estaba ocurriendo de verdad. La violencia que envilece ha tapado un estado de corrupción generalizada que, aunque intuido, tras el cese de la actividad terrorista, ha aflorado en toda su plenitud, afectando a la monarquía juancarlista y, por supuesto, a los dos grandes partidos. La corrupción se ha llevado por delante a cuatro presidentes autonómicos del PSOE (no incluyo aquí a Demetrio de la Madrid) y, por lo menos, a tres del PP (no se cómo encajar las dimisiones de Jaime Ignacio del Burgo, Nafarroa, y de Juan Hormaechea, Cantabria). Por otro lado, lo que hasta ahora parecía un monopolio de la izquierda parece ser que también afecta a la derecha. Lo de Gürtel y Bárcenas desfigura trayectorias tan ejemplares como las de Juan Guerra o Luis Roldán.
Se trata de tapar el desaguisado con una manipulación parlante de víctimas de ETA y, últimamente, con el asunto de Gibraltar (recurrente siempre). Que si el contrabando, que si el bunkering (que hasta hace no mucho tiempo practicaba Campsa en los puertos españoles)?
Ha llegado el momento de escribir la historia de una verdadera transición en la que ciudadanos y pueblos sean sujeto y no objeto de aquello que les afecta.