LA crisis que vivimos en la actualidad va a marcar el futuro del país más allá del momento en que la anhelada y aún no vislumbrada luz al final del túnel se convierta en un paisaje pleno de claridad económica. Y lo va a hacer porque las personas llamadas a protagonizar ese futuro, la juventud de hoy en día, van a ver condicionada de forma determinante la forma de organizar su vida, debido a la hipoteca que va a suponer, que está suponiendo ya, esta crisis. Las dificultades para encontrar trabajo, para acceder a la vivienda, para formar una familia, para, en definitiva, comenzar a caminar sin la dependencia económica y social respecto a la generación precedente, la de sus padres, tendrán un efecto en la sociedad futura que hoy es difícil de calibrar. Un estudio realizado por el Consejo de la Juventud del Estado español asegura que la Comunidad Autónoma Vasca registra la tasa de emancipación más baja de todas las comunidades en quienes tienen entre 16 y 30 años. Solo un 18,5% de los jóvenes -menos de uno de cada cinco- de esa franja de edad residen fuera del hogar de sus padres o tutores. La sucesión de hechos que conduce a este escenario es de sobra conocida: la crisis económica lleva a un aumento del desempleo y a la precariedad laboral, lo que hace extremadamente difícil el acceso a una vivienda. Esto ocurre en todas las comunidades del Estado, pero la situación se agrava en Euskadi, al tener nuestro país uno de los mercados inmobiliarios más caros. Es cierto que la tasa de empleo, también entre los jóvenes, es superior en Euskadi que en el resto del Estado, con casi tres puntos de diferencia (el 36,2% de los menores de 30 años recibe un salario), pero no es menos cierto que esos jóvenes deberían tener unos ingresos un 75,64% superiores a los actuales para poder comprar una vivienda, siempre según el citado informe. Un análisis prospectivo de lo que esto puede suponer mostraría un retraso en la emancipación de los jóvenes, como queda dicho, con el consiguiente retraso, también, en la posibilidad de formar una familia, de tener hijos y, en definitiva, de sustanciar un relevo generacional necesario para el avance social del país. La crisis económica, por tanto, es algo más que ese apretarse el cinturón que parece la principal preocupación hoy. La peor crisis puede estar por llegar, si no se ponen los medios para evitarlo.
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