Palacio Euskalduna. 5-III-2013. Temporada de la OSE. Carmen Romeu, soprano; Adriana Di Paola, mezzosoprano; Shi Yijie, tenor; Sávio Sperandio, bajo. Orfeón Donostiarra. Sinfónica de Euskadi. Director: José Miguel Pérez Sierra. Obras de Arriaga, Respighi y Rossini.

EL Stabat Mater de Arriaga, terminado seguramente durante los primeros meses de 1821, es una obra amable, plácida, fácil e intimista que, como tantas otras, nos dice mucho de lo que el compositor fue y aún más de lo que pudo llegar a ser de haber tenido una carrera más larga. Muy poco hay en ella de lucimiento, naturalmente, así que los hombres del Orfeón Donostiarra apenas cargaron las tintas y la cantaron con una contención perfectamente adecuada. Sabían bien que su momento vendría más tarde. Tampoco las Antiche danze ed arie de Ottorino Respighi (1879-1936) son piezas de bravura, sino muestras de esa nostalgia que los compositores italianos de inicios del siglo XX sentían por la música de etapas pasadas, por los tiempos en los que Italia era el centro musical de Europa.

En buena medida, Gioachino Rossini (1792-1868) se inspiró también en la práctica de los grandes renacentistas a la hora de escribir su Stabat Mater (1832). Se había retirado del mundo de la escena unos años antes, tras el estreno de Guillermo Tell, y en adelante nunca compondría una nueva ópera. No obstante, la teatralidad que se deja sentir en este Stabat Mater demuestra claramente que el gran operista seguía estando ahí, y sus aspiraciones sacras quedan en cierto modo sepultadas por su gran intensidad dramática. A Verdi le pasaría lo mismo, tiempo después, con su Réquiem. Por eso el Orfeón Donostiarra se sintió liberado de la mesura que suelen pedir otros repertorios sacros y se dejó llevar por la pasión, sonando a menudo con una potencia y un empaque que son auténticas marcas de la casa. Eso sí, hubo sutilezas que se le escaparon y faltó transparencia en la fuga final, que constituye quizás el mayor vínculo de la obra con la música del pasado.

Dentro del cuarteto vocal, la luz se hizo con la soprano valenciana Carmen Romeu, con su canto siempre natural, con su voz plenamente lírica. Dentro de unos meses la veremos como Musetta en La Bohème. A menor nivel la mezzo Adriana Di Paola, de emisión gutural y menos fluida, el tenor Shi Yijie, más suelto en el plano estilístico que en el vocal, y especialmente el bajo Sávio Sperandio, de línea irregular y primaria. Pese a los nubarrones, José Miguel Pérez Sierra manejó el timón con mano segura y en ningún momento se vio desbordado por el poderío del coro, llevando a la orquesta por esa misma senda melodramática sin que ello implicase descuidar el canto o eludir el mensaje espiritual que, al fin y al cabo, está en la letra misma de todo Stabat Mater.