Vergonzoso, señor Wert
Mi edad me remonta a los tiempos del Bachiller de los siete cursos y la reválida escrita y oral en la Universidad de Valladolid. Y desde entonces he sido testigo, que no víctima, de ni sé las reformas y modificaciones en el mundo de la enseñanza. Como si cada uno de los ministros del ramo quisiera superar al anterior marcando un nuevo hito.
Recuerdo una, a finales del decenio de los sesenta, que causó verdadero impacto. Creo que fue definido como Libro Blanco, de Villar Palasí. Hablaba de implantar la nueva metodología de la enseñanza directa, copiada de los norteamericanos, en la que el profesor abordaba a los alumnos para saber hasta dónde llegaban sus nociones sobre la disciplina de turno y completar su enseñanza.
Resultaba divertido e interesante el método que recuerdo haber puesto en práctica, a modo de experiencia, en las ocasiones que se me brindaban de jugar a profesor.
Pareció que el sistema se estabiliza hasta que surgió aquella especie de obsesión de considerarse el ministro enviado por Dios para instaurar el sistema definitivo de una enseñana perfecta y eficaz. Y usted ha añadido el más dificil todavía. Lo voy a conseguir con menos profesores y con un ahorro impresionante de medios. Supongo que influido por el espíritu del Despotismo Ilustrado. Todo por el pueblo pero sin el pueblo. O lo que es lo mismo: La enseñanza como la digo yo. Por eso somos mayoría. Esa sí que es utopía.
¿Ha notado usted mejoría sensible entre las generaciones de los siete y reválida con las siguientes? Yo, no. Es más. He escuchado en el Congreso a los oradores de la primera legislatura y a los de ahora. A los tertulianos en televisión y radio de antes y de ahora. Qué deterioro, señor Wert, qué deterioro. Y cómo se nota esa diferencia en los que no han estudiado latín.
Y creo que debería empezar por ahí para dar ejemplo. Recordándoles que existe una gramática española, si se puede recordar lo que no se ha estudiado bien, que nos habla de sintaxis y concordancia para que dejemos de soportar, por ejemplo, ese repetido: Soy de los que creo, soy de los que opino... por soy de los que creen. O los iraquís, los marroquís y los menús. Quizá sea yo el errado si ha habido variaciones de la gramática, pero me sigue sonando bien lo de iraquíes, marroquíes y menúes. Sin olvidar el de motu propio, de los más humanistas, por motu propio, sin más, con las dos erres y en ablativo. Le citaría muchos más ejemplos.
Señor Wert: ¿ha pensado alguna vez en qué dirá el futuro próximo de usted? En realidad, no creo que haya que esperar mucho para saber lo que los estudiantes dicen en sus manifestaciones que, por cierto, al ser calificadas por usted como de extremistas de izquierdas, van a constituir una nueva perla en la corona que se merece su brillante testa. ¡Ah! Y no se preocupe por los estudiantes vascos. Son brillantes hasta hablando en castellano.