El caso es que cuando el centralismo español se propone definir España, no sabemos a ciencia cierta de qué están hablando; que cuando dice hablar en nombre de España, los vascos tenemos la sensación de que están haciéndolo a espaldas nuestras. ¿Y eso por qué? Porque no nos vemos integrados en su definición de nación. Porque no queremos vernos secuestrados en "la teoría del Estado para la eternidad" que postula esa derecha española. Porque la elección de símbolos patrios que imponen (esos mismos que marcan su influencia en los poderes fácticos) no nos motiva como a ellos, es obvio. Porque el discurso centralista de lo políticamente correcto eleva a incontestables unos referentes culturales e históricos que ni por asomo compartimos apasionadamente. Porque entre sus ideales de futuro no figura ni siquiera en letra pequeña este ideal de los vascos: "Euskaraz bizi nahi dut".

Algunas lumbreras del centralismo español creen que pueden pasar por encima de nuestro hecho diferencial o incluso que pueden reducirlo, según su antojo, a la nada. Normalmente esos personajes a los que me refiero suelen ser los que más gritan, es decir, los que de más horas de micrófono o de cámara disponen, o los que más páginas de opinión airean diariamente. Petimetres como Carlos Herrera, insultadores oficiales tanto del nacionalismo vasco como del nacionalismo catalán, calumniadores de profesión cuya capacidad de incongruencia no acertamos a poner límite.