Dicen que ha comenzado la campaña electoral. Será oficialmente, porque llevamos ya unos meses sometidos al trajín de la comunicación política y a la estrategia partidaria. Desde que Antonio Basagoiti anunciara en una emisora de radio la ruptura de su pacto con Patxi López, todo ha sido campaña. Hasta el anuncio de la disolución del Parlamento y la convocatoria con las urnas. El lehendakari, que había tomado el rumbo de combatir a Rajoy como superhéroe antirrecortes, tomó la decisión de finiquitar la legislatura para que su discurso no fuera aplastado por la realidad. Conocía que, de haber continuado en su puesto, tendría que hacer frente a un nuevo proyecto presupuestario y, en él, su fortaleza discursiva quedaría en cueros.
Desnudo y con la vergüenza inconfesable de un déficit insostenible y de un endeudamiento atroz. Por eso convocó elecciones y dio órdenes a sus colaboradores para que, a toda costa, se eliminara la posibilidad de que sus números rojos salieran a la palestra. Se entiende ahora perfectamente la obstinación por incumplir la ley y no convocar el Consejo Vasco de Finanzas en el plazo establecido. Mil millones de euros de agujero (aproximadamente) para quien le releve en el Palacio de Ajuria Enea. Bonita herencia. Bonito Plan oculto.
Desde el PSE se insiste en quitar importancia al roto, al tiempo que tratan de imputar a los demás la responsabilidad del dispendio.
La campaña -oficial- ha comenzado como si no ocurriera nada. Unos (PSE) sacan pecho de lo bien que lo han hecho. Otros fomentan su nueva imagen como si fueran recién aterrizados en el planeta (EHB), los delegados de Rajoy huyen de los recortes y se imponen una cruzada españolista, y los aspirantes al título (PNV) intentan apartar de su medido discurso el cáliz del soberanismo impulsado en Catalunya.
Los diarios recogen ya las primeras encuestas. Gara y el CIS lo hacían ayer. Los primeros vaticinios dan ganadores a los jeltzales, distanciados de Bildu. Pero mucho me temo que la distancia entre ambos no sea tan diáfana como aparece en los sondeos. El viernes será el Gobierno vasco quien haga público su estudio sociológico, y el próximo fin de semana el grueso de sondeos encargados por los medios de comunicación.
Todas las encuestas tienen su parte de cocina y su revelación pública no está exenta de intencionalidad. Movilizar a unos y desmovilizar a otros, según lo que se pretenda. Mi particular bola de cristal no tiene toda la luz requerida y necesita una buena mano de cristasol para que sintonice con mayor definición. Pero las primeras imágenes que he podido ver en ella auguran un panorama a cuatro (Chiquitistán no aparece por el momento en el mapa). Entre ellos, dos disputan la cabeza (PNV y EHB), si bien los jeltzales parecen primeros. La distancia entre ambos será uno de los factores básicos en estos comicios.
Los otros dos, socios gobernantes en la pasada edición, no terminan de coger ritmo. Sobre todo los populares, que afrontan la carrera con el sobrepeso de Rajoy y sus medidas de ajuste. Pero todavía quedan muchos metros por delante. La participación se prevé alta y aún son muchos (más de un 10%) los indecisos que no han basculado definitivamente su intención de voto. No lo harán, probablemente, hasta la víspera de acudir a las urnas. Ellos serán, probablemente, quienes hagan variar las cojonésimas necesarias para que una u otra opción se haga definitivamente con los escaños decisivos.
El esprint parece lanzado desde lejos y, en el forcejeo, algunos corredores han dejado ya su huella. El presidente Rajoy, por ejemplo, acudió el pasado día 29 a Gasteiz a un acto en apoyo al PP vasco. El avión que le trasladaba a la capital alavesa aterrizó en Foronda fuera del horario operativo. Fuera de ese horario residual al que le ha obligado el Gobierno español y que condena al aeródromo vitoriano a su práctica desaparición.
Sabino Cuadra, diputado de Amaiur al Congreso, se alió con los manifestantes del 25-S y compartió con ellos protesta frente a las Cortes. Ahora bien, cuando la policía comenzó a cargar, el representante superabertzale e independentista no tuvo escrúpulos en identificarse como "diputado español" para evitarse un porrazo. Su imagen con el carnet en la mano (una identificación con una enorme bandera española) fue todo un poema. Más que un poema, un cantar de gesta.
Pero, para dar el cante -tras el Bagare de los burukides en la campa-, la declaración de Patxi López en el programa Euskadi pregunta. Con un discurso bien armado y abigarrado de datos, quiso culpar a la Diputación de Bizkaia (qué fijación) de no colaborar con su gobierno en la lucha contra el fraude fiscal. Y, por el contrario, al hilo del copago en las recetas médicas, dijo que los de José Luis Bilbao no habían tenido empacho en dar los datos tributarios de los contribuyentes vizcainos a los farmacéuticos.
No debe ser así. Ayer fui a una farmacia y, al tiempo que reclamé aspirinas, pedí que me hicieran la declaración de renta. La boticaria se partió la caja. La caja de la seguridad social. ¿Sería independentista?
Esta campaña promete. A ver si cumple.
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