Creo que el jueves fue el primer día de mis muchos años como aficionado del Athletic en que me he sentido decepcionado con el Athletic, con lo que representa. Será la edad, pero me sentí profundamente triste viendo el partido en manos de un chico que se quiere ir. En mi opinión se impone una reflexión urgente en tres niveles básicos:
a) Presidente: Nos ha situado en el peor de los escenarios posibles. Nos vamos a quedar sin Llorente, sin cobrar un duro por él y, lo que es peor, con la afición dividida y a corto plazo el vestuario, ya que de repetirse lo de ayer, el bueno de Aduriz tendrá toda la razón del mundo para estallar. ¿Tan difícil hubiera sido renovar a Llorente por una temporada, con una cláusula de rescisión a la baja para facilitar su salida o, si no, mandarlo a la grada? Además, no fue capaz de lanzarse a pagar 6 kilos por Monreal cuando ya sabía que Llorente y Martínez se querían ir. Torpe.
b) Entrenador: Flaco favor nos hace si piensa privarnos del chico comprometido que nunca quiso marcharse del Athletic y que está en un momento dulce de cara al gol, para poner el partido en manos del chico que se quiere ir y falla una decena de ocasiones. Y como he dicho antes, ojo que no estalle Aduriz, porque es lo que nos faltaba. Hay que pensar en el futuro, en los que se quedan, no en el pasado. Y Llorente, nos guste o no, es pasado. Inexplicable.
c) Afición: O mejor, esa parte de la afición (bastante numerosa, por cierto) que ovacionó a nuestro Cristiano Ronaldo particular, a ese chico que gana 3,5 millones de euros netos y al que la afición adoraba, pero ahora está triste y se quiere ir. Podría entender la indiferencia o los pitos, pero ¿ovacionarle? Patético.