En estos días pasados que hemos presenciado las competiciones olímpicas, me vinieron a la cabeza algunas comparaciones tan odiosas como interesantes. ¿Ustedes se imaginan al representante de India compitiendo en la final de los 100 metros lisos con ciertas ventajas competitivas, tales como salir desde el metro 25, o no pasar el control antidoping al terminar la carrera? Pues eso es lo que viene ocurriendo en otra competición, la de fabricación y venta de barras de acero inoxidable.

Las reglas del juego, por lo menos en el mercado europeo en el que deberíamos tener algo que decir, deberían impedir que los fabricantes hindúes compitieran con subvenciones directas a la exportación, por parte de su Gobierno, por importe del veinticinco por ciento del precio, haciendo muy difícil la supervivencia de los fabricantes europeos.

Y se preguntarán ustedes cómo es posible que esto ocurra sin que intervengan las autoridades europeas en defensa de su industria, del PIB que genera y del empleo que mantiene.

La respuesta es muy sencilla: no existe un gobierno europeo que vele por los intereses del conjunto de los ciudadanos europeos y piense en el medio plazo. Después de todo, los consumidores de ese acero están contentos con un mayor nivel de competencia, que redunda en un menor precio de venta (pan para hoy y hambre para mañana, cuando hayan desaparecido los fabricantes europeos) y además podemos recurrir al tópico falso de que estamos favoreciendo el desarrollo del aquel lejano país de misiones (en el que, además de cientos de millones de pobres de solemnidad, hay tantos ricos como en la vieja Europa, a la que en pocos años arrumbarán en el arcén de la Historia).

Y no hablemos de las exigencias de las diversas reglamentaciones sobre las condiciones de trabajo, la seguridad laboral o el medio ambiente. Nosotros nos ocupamos de cerrar el agujero de la capa de ozono asumiendo extra-costes que pretenden evitar estos efectos y ellos lo volverán a abrir.

Y lo que decimos de India en barras de acero inoxidable, lo podemos decir igualmente de China, Turquía o Rusia en otros mercados siderúrgicos y de tantos otros productos industriales.

¡Qué difícil es competir en estos Juegos Olímpicos!