EL multitudinario y asfixiante -en plena ola de calor- lanzamiento del txupin a cargo de Nerea Orizaola tras el original pregón leído por Virginia Berasategui dio inicio ayer Aste Nagusia, que da paso a nueve frenéticos días de diversión en la última de las grandes semanas festivas de las capitales vascas. En los últimos años, las fiestas de pueblos y ciudades de Euskadi han ido abandonando los contados pero habituales momentos de tensión que se mezclaban, con clara intencionalidad política por parte de los elementos más radicales, con el generalizado ánimo de diversión de la ciudadanía. Este año, además, y una vez que ETA anunciara hace diez meses ya el cese de su actividad armada, los incidentes de este tipo durante los periodos festivos han sido prácticamente nulos. No hace mucho tiempo, hubiera sido impensable, por ejemplo, que en pleno pulso de la izquierda abertzale con el Gobierno español para exigir la excarcelación de un preso de ETA gravemente enfermo, con el añadido de una huelga de hambre de decenas de reclusos en apoyo de esta reivindicación, los radicales no hubiesen tratado de tensionar las fiestas llevando la violencia a las calles. Esta ausencia de incidentes es un triunfo de toda la sociedad vasca, que siempre ha exigido poder vivir sus fiestas en paz. Y así debe ser reconocido, aunque algunos pretendan colgarse una medalla a la que también han contribuido, pero no en exclusiva. Es de esperar que, además de esta sustancial rebaja de la tensión, tampoco tengan cabida en las fiestas otras expresiones de violencia, especialmente la ejercida contra las mujeres, en todas sus manifestaciones. No puede haber tolerancia alguna contra el machismo, el sexismo y la violencia y ni el ambiente festivo ni la abundante ingesta de alcohol pueden ser excusas. Vivir la fiesta, vivir Aste Nagusia, es convivirla, es decir, actuar y divertirse siempre con absoluto respeto. Esta edición de Aste Nagusia se celebra, además, en un momento álgido de la crisis económica. Al contrario que en otros lugares, la buena gestión ha evitado la necesidad de recortes severos, con lo que el modelo festivo se mantiene pese al pulso de algunas comparsas con el Ayuntamiento. Tiempo habrá para el balance, la reflexión y las nuevas propuestas. Ahora, hay nueve días por delante para la diversión y para con-vivir Aste Nagusia.