Casos con nombres y apellidos
Creemos y queremos creer que "todos vamos en el mismo barco, todos debemos remar en la misma dirección". ¿Esto quiere decir que impulsamos la economía de mercado lanzando por la borda al paro cada semestre a cientos de miles de jóvenes españoles -y de menos jóvenes-, muchos de ellos padres y madres de familia, mientras ponemos el timón con rumbo a las economías emergentes para intentar llevar allí nuestra mejor tecnología y nuestras últimas promociones universitarias?
Diciendo cientos de miles de jóvenes y de menos jóvenes -hasta cinco millones- parece que evitamos como sin querer mirar de frente el drama personal, familiar, profesional, social, de cada caso concreto con nombre y apellidos y, más patente, de cada familiar y amigo nuestro querido cuyo sentir lo tenemos presente desde que alumbra el día.
Para que el tejido social no se desgarre aún más los ciudadanos tenemos que reaccionar activamente y de manera democrática. ¡Y sin pérdida de tiempo! (No, lo siento. Creo que el apoyo moral de un catolicismo de relicario y de una Iglesia luminosa a la luna de Valencia hoy no es válida como otrora).
Si los programas de gobierno -es decir, los que nos ocultaron en sus programas electorales- de los partidos políticos alzados con mayorías absolutas deben llevar el visto bueno de las ventanillas correspondientes del FMI, ¿no estamos vistiendo con harapos nuestra ya empobrecida democracia? ¿No estamos añadiendo nuevas situaciones disparatadas a este melodrama buñueliano del pueblo soberano de esa soberanía de la desinformación, de la manipulación y del entretenimiento programado?