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Lau Buru (Reinventing Euskadi y Europa)

El espíritu científico escocés, la industria vasca, el comercio catalán o el arte y cultura de Sicilia componen una excelente combinación europea que ofrece magníficas oportunidades de desarrollo. Un espacio entre cuatro, una suerte de lauburu europeo

HISTÓRICAMENTE, los vascos han contado con una perspectiva geopolítica de tres coordenadas. Conforme a los usos horarios, al norte, en las 12, han tenido Inglaterra con la que se ha mantenido una intensa relación comercial. Ya Shakespeare hablaba de Bilbao para denominar a una espada de hierro bien forjado. El trabajo de los metales y su comercio es una práctica tan antigua como la colonización romana. Tampoco es casual que el término bayoneta haga referencia al puerto labortano desde el que se exportaban. También evidentemente el norte hace referencia desde el contexto de ultrapuertos a París. Ya Enrique de Navarra, ante su coronación como soberano de Francia, advirtió que "París bien vale una misa". El sur, o las seis, nos aproximan a España con quien compartimos una relación conflictiva al menos desde hace más de un siglo. El oeste o las nueve es América y el mundo hispano, un espacio donde hoy viven más vascos que en Europa. Siglos de emigraciones han hecho de esa perspectiva un lugar próximo. Por el contrario, la vertiente mediterránea, las tres, las cuatro o las cinco en las agujas de un reloj, son una perspectiva en buena medida oculta. El Mediterráneo no ha sido sino mayormente un destino vacacional. Desde nuestra cornisa atlántica ese mundo nos ha resultado más bien ajeno. En mi opinión, es hora ya de integrarlo y completar nuestras coordenadas.

Sicilia y su capital Palermo nos ofrecen esa oportunidad. Aunque por el momento la referencia generalizada no sea otra que asociar Palermo y mafia como si no existiera nada más, en realidad la riqueza artístico-cultural de la capital siciliana es todo un mundo por descubrir. Ni los sicilianos ni tampoco los italianos han sido capaces de dinamizar el inmenso patrimonio cultural depositado en el centro del Mediterráneo, etimológicamente, el centro de la tierra. En esa isla, los europeos contamos con un inmenso depósito cultural. En los alrededor de seis kilómetros cuadrados que abarca el centro histórico de Palermo encontramos centenares de monumentos: palacios, iglesias, museos, edificios, plazas, calles, mercados ... Un gigantesco espacio cultural que nos muestra la grandeza del pasado bizantino, árabe, normando, catalán-aragonés, hispano, borbónico... A diferencia de otras ciudades que en su magnificencia se limitan a un solo estilo, en Palermo se aglutinan distintos estilos con muestras de altísimo nivel artístico que hacen de la capital siciliana la capital cultural de Europa. A pesar de la mugre, del ruido, del tráfico, de las basuras o de la mafia, Palermo es una ciudad fascinante que nos ofrece una perspectiva inmejorable para vincularnos con el pasado de Europa y sus raíces culturales. También es un puente hacia Oriente Medio y el emergente mundo del Golfo, el pórtico hacia India y Asia.

Esa ruta hacia el este puede también completarse con otra. Me refiero a ampliar el horizonte más hacia el norte, hasta Escocia. Hay la misma distancia desde Euskadi a Sicilia que a Escocia. La conexión con Caledonia es, a mi juicio, de un interés común, tanto para vascos y sicilianos como para los mismos escoceses. El espíritu científico escocés, una de las cunas de la Ilustración, ha pervivido en forma de espíritu tecnológico, universitario y científico. Escocia es un partner excelente para seguir desarrollando una estructura industrial tan importante para el tejido socio-económico de Euskadi. Como no hay tres sin cuatro, como un trébol de la suerte, el eje atlántico-mediterráneo que de norte a sur reuniría a Escocia, Euskadi y Sicilia se puede completar con Catalunya. En su conjunto, un espacio europeo con una población de alrededor de veinte millones que, más o menos, cuadriplica la dimensión de cada uno de sus socios. En concreto, Euskadi tendría en Bilbao su epicentro, que abarcaría además de Donostia y Gasteiz su hinterland más próximo: Iruñea y Baiona, pero también Burdeos, Santander, Burgos o Logroño hasta agrupar un área de alrededor de cinco millones, es decir, semejante a las áreas territoriales de ciudades capitales como Edimburgo-Glasgow, Barcelona o Palermo-Catania.

Necesitamos nuevas referencias europeas y proyectos para crecer e imaginarnos otra Europa. Las ciudades, donde ya vive la mayoría de la población, son un instrumento esencial para una Europa mejor, más social y próxima a sus ciudadanos. El carácter integrador y cooperativo, el espíritu emprendedor, es un rasgo que compartimos vascos y escoceses pero que también se expresa en la cultura mediterránea. El espíritu científico escocés, la industria vasca, el comercio catalán o el arte y cultura de Sicilia componen una excelente combinación europea que ofrece magníficas oportunidades de desarrollo. Un espacio entre cuatro, una suerte de lauburu europeo que resulta culturalmente complementario. Si agrupamos nuestros esfuerzos cooperando en ese área podemos intensificar las relaciones en distintos sectores. Escocia cuenta por ejemplo con excelentes universidades y es un puente al mundo anglosajón. Euskadi tiene una importante red de parques tecnológicos y es una vía hacia América: Argentina, Chile, México, Venezuela; Barcelona está a la cabeza del desarrollo turístico y urbano. A nivel deportivo, es un espacio que cuenta con excelentes clubes de fútbol: Barça y Espanyol; Celtic y Rangers; Palermo o Catania (ambos en serie A); por no mencionar a nuestros Athletic, Real; Alavés y Osasuna. Una visualización de ese área de cooperación atlántico-mediterránea podría empezar con un torneo amistoso cuya sede itinerante se desplazaría todos los veranos entre las cuatro naciones (Lau Buru). Una iniciativa abierta a otros deportes: rugby, hockey, vela, remo...

El objetivo es organizar un área europea que trataría de integrar una representación de los cuatro socios en los diferentes sectores de actividad. Una representación escocesa, catalana y siciliana se integraría en la gestión del sector industrial vasco, como una representación vasca, escocesa y catalana lo haría en la gestión del sector cultural siciliano, o una representación del Lau Buru se integraría en la gestión del desarrollo urbano de Barcelona, o del sector científico escocés. A fin de cuentas, se trata de progresar en la integración europea a través de la confianza en asociaciones estratégicas. Un camino que proporcionará la oportunidad de descubrir gente de diferentes culturas y sensibilidades.

Deberíamos empezar a pensar en abrir líneas aéreas que conecten directamente ese espacio. Vuelos directos entre Bilbao y Glasgow o Palermo. Líneas que ya unen Barcelona y Escocia con Sicilia. La función de los puertos marítimos tendría también que adecuarse. Pensemos en las enormes reservas de gas y petróleo de Escocia; en el tráfico comercial desde el Mediterráneo y su traslado por el corredor del Ebro hasta el Atlántico para ascender desde Euskadi hasta el Mar del Norte. Combinar el mundo anglófono con la hispanofonía y latinidad (incluida la francofonía) también es un activo muy interesante. Nos ayudaría a mejorar nuestra capacitación lingüística para andar por el mundo y facilitaría al euskara y al catalán una vía de acceso y reconocimiento en un ámbito internacional. Los vascos contaríamos con nuestro propio y particular código, como también catalanes y sicilianos con sus respectivos idiomas.

En unos momentos de zozobra e inquietud, hoy más que nunca necesitamos contar con nuevas perspectivas y proyectos que dinamicen nuestra energía emprendedora y aporten, especialmente a nuestra juventud, un futuro de ilusión. La construcción de un mercado social y cultural preferente en ese área de desarrollo co-gestionado a través de agencias que vinculen instituciones públicas y empresas, capital privado y social es un enorme reto de dimensión europea. Otra Europa es necesaria. Es la hora de tomar decisiones estratégicas. Apostar por unos socios preferentes para configurar un mercado y un espacio social de alrededor de 20 millones de ciudadanos que cuadrupliquen la dimensión actual de los socios.

No debería haber límites a nuestra imaginación para tratar de construir el futuro. En lugar de paralizarnos ante la crisis, juntos podremos más y la cooperación a cuatro en ese espacio europeo nos fortalecerá en la diversidad de diferentes territorios y naturalezas, gentes y culturas. Aunque sin duda encontraremos grandes resistencias para que nada progrese "y todo continúe igual", la combinación de la tenacidad escocesa o vasca y la ductibilidad siculo-catalana no resultará fácil de derrotar. Yes, we can. Bestelako Europa posible da. Hacen falta muchos lauburus (áreas de integración europea) a lo largo y ancho de la UE. Es el momento de empezar a construirlos.