NOS invitamos al Teatro de los Sueños y allí fuimos por tierra, mar y aire. Pero no nos presentamos en Manchester a ver lo que iba a suceder. Si alguien pensó que íbamos de espectadores es que no nos conoce. Los jugadores en el campo, los demás en la grada, nos subimos al escenario y representamos una obra que dejo estupefactos a los ingleses allí presentes y a quienes urbi et orbe lo vieron por la televisión.
La cosa se calentó al pilpil, de lejos. Como ocurrió con la semifinal del Sevilla. Desde que se produjo el sorteo de la Liga Europa, empezó a correr ese runrún que no se sabe dónde nace ni por dónde va: ¡si pasamos, yo voy a Manchester! ¡Y yo! ¡Yo me apunto! Así, día a día, conversación a conversación, sueño a sueño, se fue acercando la fecha.
Qué mal lo pasamos la última media hora de San Mamés con el Lokomotiv. No era solo perder o ganar, pasar o no. Era Manchester, el United. No se cuántos balones despejamos de cabeza, ni cuántas patadas dimos a las sillas queriendo meter el pie cada vez que ellos se acercaban a nuestra área. No sé cuántos minutos estuvimos sin respirar hasta que el pitido final hizo estallar a todos.
Y empezó la odisea. Había que conseguir entradas y buscar medios para viajar. Por media Europa se vieron camisetas rojiblancas, saltando de aeropuerto en aeropuerto, para llegar el día D a la hora H. Allí nos recibieron, en Old Trafford, en euskera. Que otros tomen nota. Pero primero se produjo el asalto al centro de Manchester. Pronto descubrieron que nuestra marea era inusual. Se iba a disfrutar, a conocer, a compartir un día, un rato. Haciéndolo a nuestro estilo. Comer, beber, reír y calentar el ambiente para la tarde. ¡Qué embajada la nuestra! ¡Qué imagen! Eso sí que es un acto de promoción de Euskal Herria, y no los gorroneos que organizan otros.
Iban pasando las horas, todo muy bien, pero no habíamos ido de turismo. Los gusanillos empezaban a correr por las tripas y poco a poco, como el agua a un sumidero, todos nos acercamos al campo. Controles muy relajados, porque ya vieron con quiénes trataban, y a la grada. No creo que haya equipo de fútbol en el mundo al que se le haya animado tanto en un calentamiento. Media hora antes de empezar, aquello era un jolgorio. El estadio se iba llenando, los hinchas del United iban llegando y quiero pensar que no sabían lo que se iban a encontrar. Ahora ya son conscientes.
Empezó la musiquilla ligth de la UEFA, saltaron los equipos y comenzó la representación. Gritar, cantar, animar, saltar, aplaudir, corear, levantarse, sentarse, levantarse, silbar, acordarse del de los váteres del Bernabéu, abrazarse, reír, sufrir un poco (o bastante), y así más de hora y media. Aquello fue un no parar.
Pero hubo un momento especial. Lo estábamos haciendo muy bien, abajo y arriba, cuando nos metieron el primer gol. Silencio. Fue lo que tardamos en tragar saliva y con ella el desencanto. No pasó un segundo y saltamos todos, todas, como si tuviéramos un resorte. "¡Athletic! ¡Athletic! ¡Athletic!". No sé cómo lo sentirían los jugadores. Pero aquello no podía quedar así y nosotros teníamos algo que hacer y decir en ese partido. Y si antes aquello era un escándalo, todavía fue a más. Parecía imposible pero era real. Más ánimos, más gritos, más cánticos? Lo que se oyó en la retransmisión era un pálido reflejo de lo que estaba pasando.
Los ingleses, mudos. Más cuando metimos el primer gol. Rematar Llorente y estallar la alegría. Subidón y al descanso. Menos mal. Quién iba a pensar que lo mejor estaba por venir. Comentábamos que los jugadores del Manchester saldrían "a morder" porque estaban recibiendo un repaso en su propia casa. Y conociendo cómo se las gastan, la calidad que tienen y el orgullo que alimentan, no podían dejar las cosas así. Pero ¡quién dijo miedo! Empezar la segunda parte y otra vez el equipo a dominar y el volcán a rugir. Pensarían los ingleses que lo que no mejora empeora y aquello no estaba mejorando? para ellos.
¿Quién sujetó de la camiseta a De Egea para que hiciese la estatua cuando remató y marcó De Marcos? ¡Nosotros! ¿Quién agarró a Rafael para que llegara Iker a meter el tercero? ¡Nosotros! Muchos lloraban, todas reían, nos mirábamos con los ojos muy abiertos y unas caras que expresaban mil emociones. Así, tras una locura de emoción, ilusión, entrega, llegamos a un final soñado. El penalti fue anécdota. Una pena, pero anécdota. Había que ver las caras de los jugadores, sus sonrisas, cuando nos saludamos con ellos.
Decían que Bielsa es el Loco. ¿Y nosotros? No sé si podrá encontrar otro manicomio mejor para vivir su locura por el fútbol. Ya se habrá dado cuenta, porque de tonto no tiene un pelo, que aquí se unen afición, pertenencia a una sociedad, a un pueblo, forma de ser... para componer un cóctel que explota en ilusión y alegría. El Athletic no es un equipo. Es la niña que va a la ikastola con el uniforme completo cualquier día de la semana, el aitite con sus ochenta años que, a pasitos, viajó a Manchester, la amama que paseando el cochecito por el Casco Viejo le enseña a la criatura a contestar "¡eup!" y levantar los brazos cuando ella dice "¡Athletic!".
Sabemos quiénes somos, dónde estamos, a lo que podemos aspirar. Por eso disfrutamos del camino, aunque nos guste ganar, como a todos. Estamos contentos y orgullosos de lo que representamos y de cómo lo hacemos. Por eso no tenemos envidia y respetamos a quienes compiten con nosotros en iguales condiciones. Que no son todos. Por eso vamos a disfrutar hoy en San Mamés. Otra vez a empujar, como locos. Va a salir bien. Seguro. Y, si no sale, ¡que nos quiten lo de Manchester!