Antón de Irala en la guerra de las memorias
ANTÓN de Irala (1909-1996) es nuevamente noticia, porque se le cita por su destacada participación en la resistencia vasca contra la sublevación y dictadura franquistas, así como por su labor como secretario del Gobierno vasco del lehendakari Aguirre, a cuyo servicio estuvo hasta que la muerte los separó, en dos libros que se han publicado a finales de 2011: A los 75 años de Gernika, un testimonio, de Jon y Anne Marie de Recondo, y El precio del trono, de Pilar Urbano.
Jon de Recondo y su mujer Anne-Marie son doctores e investigadores en neurología y biología molecular respectivamente y han destacado por las contribuciones académicas en sus campos de especialización. Basta consultar sus nombres en internet para descubrir su perfil profesional. A partir de este nuevo libro serán además conocidos como pertenecientes al núcleo familiar desde el que se organizaron y se dirigieron los Servicios Vascos de Información del Gobierno vasco hasta su disolución. Jon de Recondo es sobrino de Pepe Mitxelena.
Pilar Urbano es periodista muy activa y autora de varios libros, entre los que destacan los dedicados a temas políticos y de seguridad. Con toda probabilidad, su condición de hija de militar del ejército franquista le haya abierto muchas puertas en medios castrenses. En muchos de los testimonios que aporta se confirma que ha tenido un contacto muy fluido con personalidades relevantes de los servicios de información de los Gobiernos de España.
No me corresponde evaluar el influjo que hayan podido tener las circunstancias personales en lo que hayan escrito ambos autores, ni juzgar sus intenciones. Es evidente, sin embargo, que sus relatos se contradicen al (re)construir la memoria histórica de hechos y personas que conozco, particularmente en lo que afecta a aita, Antón de Irala.
Jon y Anne Marie de Recondo nos ofrecen el testimonio de su experiencia personal, dando cuenta del universo espiritual y ético desde el que vivieron las tragedias de dos guerras consecutivas José Antonio de Aguirre, Pepe Mitxelena y sus colaboradores, entre los que se halla mi aita. Es un testimonio amplio y habla con la seguridad de quien conoce bien el pensamiento y el modo de obrar de las personas con las que compartió intensamente su decidida lucha a favor de la libertad de las personas y de los pueblos. El suyo es un testimonio pegado al detalle de los hechos.
Pilar Urbano, por su parte -al menos en lo que atañe a cuestiones y personas que conozco- reconstruye el pasado basándose más en conjeturas que en datos, resultando difícil discernir entre hechos aislados referidos y la novela en la que se integran. Se esfuerza en transmitir una impresión de veracidad para una hipótesis interesada, amparándose en el carácter eminentemente secreto y conspirativo de los asuntos que trata, tergiversando para ello hechos que se hallan bien probados en el libro de Jon y Anne-Marie de Recondo.
Ese desigual modo de hacer memoria de lo que realmente ocurrió se manifiesta con claridad en los relatos que sobre el Gobierno vasco y sus componentes (entre ellos mi aita), el PNV y ETA ofrecen ambos libros.
Lo que sobre dichas cuestiones aporta El precio del trono es más novela que relato, más señuelo que realidad. Pilar Urbano, en su obra, reincide en la tesis de una gran confabulación que, alrededor de la muerte del presidente Carrero Blanco, creó en su día el mismo régimen franquista. La autora sugiere que el hilo conductor de tal complot llevaría, a través de ETA, a los Servicios del Gobierno vasco, al PNV y a la CIA. Y a lo largo del relato novelado hay una constante evocación del protagonismo de sucesores de José Antonio de Agirre en la maquinación.
Los testimonios que aporta Pilar Urbano provienen casi exclusivamente de personas vinculadas al régimen franquista, a las que representa con naturalidad casi familiar. Llama la atención que prescinda del mínimo contraste de esos testimonios con fuentes conocedoras de la actuación del nacionalismo y del Gobierno vasco aludidos.
Los hechos que constituyen el núcleo de la trama referida sucedieron entre los años 1972 y 1973. Jon y Anne-Marie de Recondo describen la actuación de los Servicios Vascos de Información desde su creación en 1936 y datan su disolución a finales de octubre del año 1959, que refieren en sus pormenores. Documentan asimismo el conflicto que dio lugar al nacimiento de ETA y abordan la casi inmediata (1965) ruptura de esta organización con los postulados nacionalistas y su adhesión al marxismo-leninismo.
Los hechos de los que dan testimonio Jon y Anne-Marie de Recondo contradicen lo fundamental de la hipótesis que fabula Pilar Urbano sobre las cuestiones señaladas.
Llama la atención el hecho de la manifiesta coincidencia de Pilar Urbano con la tesis defendida por la dirección de los Servicios de Información españoles sobre las conexiones PNV y ETA. Imputa al PNV y al nacionalismo ser "la placenta" de ETA remitiendo al General Casinello, quien veía como "substancia" de ETA el nacionalismo y como simple "adherencia" su proyecto revolucionario diametralmente contrario a los ideales demócratas y humanistas personificados en el lehendakari Aguirre.
Hace aguas, por tanto, la pretensión de Urbano de "informar con rigor, sin favor y sin temor". Desmentido el rigor, como no me cabe objetar esa alusión al temor, sí puedo decir que el favor se hace patente tras esa obstinación de la autora en presentar al nacionalismo vasco como una de las causas fundamentales de los males de España, especialmente del terrorismo de ETA.
Produce tristeza que en un libro que dedica tantas páginas a ETA, fenómeno a cuyo análisis ha dedicado estudios tan profundos Antón de Irala, este sea utilizado, con un episodio mal traído, para avalar una teoría conspirativa que incide en una imposible complicidad del Gobierno vasco y ETA. Y, por el contrario, se agradece el esfuerzo realizado por Jon y Anne-Marie de Recondo, aportando datos y documentos, que en parte desconocía y hacen justicia al esfuerzo común de construir la memoria sobre la verdad de lo ocurrido.