UN veterano periodista, enganchado a la política desde que vestía pantalones cortos, reflexionaba en alto el jueves pasado, apenas unos minutos después de que ETA anunciara el cese de su actividad terrorista. Lo hacía blandiendo el comunicado de la organización terrorista con la mano. Bien leído y releído. "Tantos años imaginando cómo sería este día, cómo sería posible este momento, y ha llegado así". "Así", entendido como algo precipitado, como algo que se resume en solo 23 líneas, con una rapidez asombrosa; un final supersónico comparado con los cincuenta años que ese folio matasellado con el hacha y la serpiente ha tardado en llegar. Ese alud ha podido dejar una sensación extraña en la sociedad vasca, que, escamada por tan larga travesía de brutalidad y dolor, no encuentra explicación a cómo todo se desmonta tan rápido, en 23 líneas. Quizá no hacía falta más, pero la encuesta realizada por Gizaker que hoy publica DEIA parece consolidar esa extraña sensación: nueve de cada diez vascos se muestran satisfechos por el anuncio de la banda (en distinto grado, pero satisfechos), uno de cada cuatro desconfía de ETA y cree que el grupo armado volverá a atentar, y ocho de cada diez ni han celebrado ni van a celebrar el hecho. Satisfacción, sí; cautela, también. La credibilidad de ETA quedó en el tambor de alguna pistola, mal sitio para descansar. Quizá porque el desenlace ha sido tan rápido, la sociedad no acaba de verlo tan claro. Quizá sea un efecto óptico de la velocidad, que hace que todo se vea borroso al mirar. Quizá cuando disminuya la intensidad todo aparezca más nítido. La fugacidad de la vida y los años robados aconsejan aprovechar el momento, creérselo de verdad y dejar las dudas -lícitas en cualquier caso- a un lado. Es tiempo de paz. Uno de los pasos más importantes ya está dado: los vascos han desterrado la violencia de ETA. El camino hacia la normalización exige otros, y serán complicados, como avanzaba ayer Gesto por la Paz: "La normalización de la política y de la convivencia no va a ser fácil. Son demasiados años de relaciones adulteradas, de palabras traicionadas, de derechos coartados, de ideales sometidos, de libertades cercenadas? Tenemos un importantísimo reto por delante en el que habrá que trabajar con tanto ahínco como se hizo para terminar con el terrorismo. Habrá que tener calma y paciencia, mucha prudencia, tolerancia, respeto y empatía. Y nunca habrá que renunciar a la justicia, a la verdad, a la educación, a la construcción de un relato digno, al reconocimiento a quienes sufrieron el ataque dirigido a todos. Tenemos energías renovadas y la libertad recién estrenada. Si esta sociedad ha conseguido que ETA cese su actividad, también va a ser capaz de crear un futuro digno". La reconciliación es el próximo reto. Una vez, claro está, que se asuma y se asiente que todo acabó en esas 23 líneas.