Trenbidea
todo lo que resulta de la actividad de grupos de personas que se concentran en algún lugar determinado nos llama la atención. A mí los mercados, el barullo de las tiendas, los regateos o las conversaciones de la gente en los diferentes puestos me producen una sensación de vida, de bienestar que hasta he intentado plasmar en mi último trabajo Ultramarinos & Coloniales. Al final son tantas historias, tantos recuerdos, que todo ello se graba a fuego en tu interior.
En el mundo hay muchos mercados y me resultaría difícil destacar unos u otros pues cada uno tiene su encanto, pero el otro día vi uno peculiar, no sé si decir fascinante o de locos. Se trata de El mercado de la muerte, situado en el pequeño pueblo de Samut Songkhram, a unos 100km de Bangkok, Tailandia. Es un mercado al aire libre en el que, cuando descubres su secreto, no te lo puedes creer. ¡Se encuentra en medio de una vía de ferrocarril! Varias veces al día el tren pasa por el medio de este único bazar obligando a los vendedores a mover los puestos lo justo para, una vez pasado el tren, volver todo a su ser como si allí no hubiera pasado nada. Todo sucede de una manera normal, sin mucho alboroto, porque los vendedores del Mercado de la Muerte tienen ya una habilidad alucinante para montar y desmontar sus tenderetes, ya que cuando el tren se acerca deben dejarle vía libre a un monstruo que a diario se abre paso literalmente por encima de todos sus productos.
Es increíble la capacidad que tenemos de adaptación al medio y cómo cuando valoramos algo lo aprovechamos hasta el máximo. Y es una pena que cuando ese algo es abundante o fácil de acceder pierde todo nuestro interés y hasta lo despilfarramos. En este caso el espacio es un bien escaso y me pregunto yo: ¿Qué no montarían estas personas en uno de esos centros comerciales gigantescos que visitamos continuamente y que tiene pasillos y tiendas con espacios tan amplios?
La imaginación del hombre es capaz de sacarle fruto casi hasta a lo que no existe y digo casi porque de una manera u otra todo lo imaginado ya tiene existencia.