NO ha hecho falta una hecatombe, han bastado un par de empates y una derrota; no ha tenido que mediar ningún ridículo espantoso, simplemente se ha asistido a unas actuaciones del equipo donde ha aflorado la precariedad propia de un proyecto incipiente, que acaba de ponerse en marcha; tampoco se ha percibido una disposición negativa de los jugadores, aunque sí ha quedado constancia de una falta de acierto generalizada, especialmente en la culminación de la faceta ofensiva. Abreviando, el Athletic ofrece un balance exiguo en lo material que contrastaría con sus méritos, objetivamente suficientes para haber volteado el signo de los primeros análisis. Si Trabzonspor y Espanyol hubiesen salido derrotados ante los rojiblancos, poco o nada podrían haber alegado. Sin embargo, esto no ha sido así y ha dado pie a una situación que, cuando menos, merece ser tildada de preocupante.

En el entorno del equipo no se han hecho esperar voces de censura, tonos agrios incluso, que reclaman medidas drásticas y rezuman un afán fiscalizador extremo habida cuenta el contexto en el que se halla el equipo, su realidad objetiva, cual es un relevo en la dirección técnica, los resultados cosechados y las fechas en que nos encontramos, el primer mes de competición. En el club no son ajenos a esta corriente que sólo puede pretender desestabilizar y contamina el ambiente. Marcelo Bielsa, diana favorita de esta persecución o acoso, admite sin tapujos que entiende las dudas que pudieran haberse instalado entre los seguidores y se arroga la responsabilidad. Josu Urrutia ha ido un poco más lejos y ha sugerido cuál sería el origen de un fenómeno que, la verdad sea dicha, no es nuevo en el Athletic.

Existen precedentes que permanecen en la memoria colectiva. Sin ir más lejos uno que involucró a alguien que habiendo tenido su cuota de protagonismo en el último proceso electoral, en épocas pretéritas le tocó ocupar el lugar que ahora le corresponde al técnico argentino. La historia del Athletic es ciclíca y sucede encima que en el Athletic hay muchos personajes que vienen y van, vuelven a venir y de nuevo se van. Es casi inevitable.

Lo único innegable de todo esto es que la entidad se ve forzada a asumir unos costos elevadísimos. El desgaste a que se ve sometida por sus demonios internos se viene a agregar a las dificultades inherentes a su particularidad en el marco siempre exigente del fútbol español, pero así están las cosas. Algo tan elemental como dejar trabajar o contemplar unos plazos razonables antes de emitir juicio, por lo visto no tiene cabida en el Athletic.

Solicitar desde ya, como se ha podido escuchar en foros concretos, la dimisión del entrenador supuestamente es un ejercicio legítimo. Quienes se abonan al mismo alegarán que opinar es libre y encima se reclamarán como rojiblancos de pro, no en vano esgrimen su condición de socios. Vale. Como se ha señalado, no es la primera vez que se asiste a este tipo de episodios en los que median claramente intereses personales y a los que contribuye una casta que con el paso de los años se ha institucionalizado y se ubica en las tertulias que proliferan en radios y televisiones.

Su influjo en la opinión pública resulta innegable a estas alturas, de lo contrario no se explicaría su pervivencia, y pese a que en general se trata de personas carentes de una acreditación profesional, compiten abiertamente con los medios de comunicación en la transmisión de mensajes e ideología. Para decirlo todo, apuntar que en diferentes etapas, han sido los inquilinos de Ibaigane, o sea las directivas, los que han promocionado este tipo de oráculos que hace tiempo que adquirieron entidad propia, escapando a cualquier control. Su funcionamiento no es muy distinto al de esos programas que versan sobre temáticas vinculadas al corazón (y otros músculos y vísceras, cabría añadir).

En la prensa, en cambio, se percibe cierta contención, una actitud más paciente, una mayor prudencia en las valoraciones. Así, se pondera el esfuerzo, el infortunio o los atisbos de una transformación en el comportamiento del equipo. Hay coincidencias en aspectos determinados como pudiera ser la ausencia de fulano o la colocación de mengano en la pizarra del Bielsa, aunque sin cargar las tintas porque tampoco tendría demasiado sentido. En definitiva, si nos remitimos al encuentro del pasado domingo, no cabe achacar el desenlace adverso a este tipo de asuntos parciales cuando fue palmario que el grupo coleccionó oportunidades de sobra para evitar la derrota y en términos absolutos se mostró superior al rival.

Obviar que después de la deficiente puesta en escena frente al Rayo, en la siguiente actuación el Athletic experimentó una mejoría y plasmó sobre el césped de Cornellá-El Prat alguno de los presupuestos básicos del ideario de Bielsa, no es de recibo. La ambición que mostraron los jugadores, certificada en el elevado número de llegadas al área rival, fue sintomática y refleja un cambio de mentalidad esperanzador, ilusionante. Bielsa dijo que no quiere escudarse en el escenario, que busca formar un equipo que no tenga dos caras, y esto ya lo han captado los futbolistas, que fueron capaces de triplicar la cuota rematadora del anfitrión.

Los resultados son el alimento de un equipo, pero también se ha de alimentar el espíritu y, en todo caso, aún no es tiempo de extraer conclusiones, salvo que se busque perjudicar y hacer daño, no a nadie, sino a ese mismo equipo a través de las personas que lo representan a día de hoy