EL anuncio por José Luis Rodríguez Zapatero de la convocatoria de elecciones generales el próximo 20 de noviembre, cuatro meses antes del previsto cierre de la legislatura en marzo, responde a una posibilidad largamente anunciada, y analizada, que sin embargo incluye parámetros bien distintos al esgrimido de la necesaria estabilidad ante la situación económica y financiera que el Estado español atraviesa y atravesará en los próximos meses. De hecho, existen antecedentes, como el de Portugal o el previo cambio de gobierno en Grecia, que no contribuyen a fortalecer la idea de que unos comicios puedan suponer un punto de inflexión o un cambio de tendencia en el devenir de la crisis, ni siquiera en el de la incertidumbre social y económica. La convocatoria de elecciones para una fecha históricamente tan señalada como el 20-N, día en que se oficializó la muerte de Franco hace 36 años, obedece por tanto y sobre todo a conveniencias y cálculos electorales a los que no son ajenos los resultados de la última y oportuna encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que apunta a una leve remontada socialista bajo el liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba ni la posibilidad de que la mejora de los datos del paro dada a conocer ayer, aunque estacional, se mantenga merced al turismo hasta octubre, en el horizonte ya de una campaña electoral que daría comienzo el 4 de noviembre. En cualquier caso, el séptimo adelanto electoral desde la denominada transición parece en estos momentos beneficiar las aspiraciones socialistas de limitar los daños de una legislatura en la que el gobierno español ha dilapidado la confianza que le otorgaron los ciudadanos. Por el otro lado, el PP no puede ahora sino aceptar como lógica -aunque la crean tardía- una decisión que han venido exigiendo durante los últimos meses. Vista desde Euskadi, sin embargo, la convocatoria de elecciones para el próximo 20-N tiene una lectura bien diferente en ejes esenciales de la política vasca: el autogobierno y la paz. Por un lado, el adelanto electoral evita la en otro caso necesaria aprobación de los presupuestos de 2012, de cara a la cual Zapatero precisaba del apoyo del PNV y, en consecuencia, del cierre previo de los compromisos adquiridos con los jeltzales en la negociación presupuestaria para este año, compromisos que ahora, tal y como muestra la experiencia, vislumbran un horizonte mucho más incierto. Por otro, en lo relativo a la paz, las elecciones apremian a ETA a dar el paso definitivo tanto para facilitar la incorporación plena de la izquierda abertzale a la contienda electoral como porque un previsible cambio de gobierno podría trufar el proceso de nuevas dificultades. Y, finalmente, habrá que comprobar cómo afecta la campaña y el resultado de las elecciones al acuerdo PP-PSE y si en esas condiciones es soportable tanto el acuerdo como el Gobierno que resultó del mismo contra el deseo mayoritario de los vascos.