UNO de los conceptos que se vienen trabajando en el campo de la innovación es el de la necesidad de profundizar en la filosofía del trabajo en equipo en las organizaciones. Cuando hablamos de organizaciones, me refiero a organizaciones de diversa índole, sean deportivas, empresariales o sociales. Aunque cuando se habla de trabajo en equipo cualquiera piensa saber de lo que estamos hablando… ¿de qué hablamos realmente? En este término se unen dos conceptos: trabajo y equipo. Por una parte trabajo; es decir, labor que realizamos a cambio de una remuneración y con el compromiso de cumplir una jornada determinada. En estos casos, la implicación o compromiso suele terminar cuando el reloj marca la hora de salida, creando una referencia mental totalmente individual y limitando nuestra implicación con respecto al proyecto.
Por la otra equipo; es decir, grupo de personas con un objetivo común a todas ellas, por lo tanto responsables del resultado colectivo, no de la tarea individual. Diseccionando un poco más, diríamos que nuestra aportación individual dentro de un proyecto, depende fundamentalmente de la actitud que adoptamos ante el trabajo y del grado de conocimiento que incorporemos en relación al fin perseguido. Estas aportaciones son muy subjetivas, puesto que aunque pensemos que nuestra actitud es positiva en términos generales, ni todos los días estamos en disposición de aportar lo mismo, ni en ocasiones deseamos incorporar el conocimiento a la organización, por lo que nuestra aportación en términos de trabajo es absolutamente variable en el día a día. ¿Cuántos son los casos en los que hemos ido a trabajar enfurecidos/as por problemas externos y estos han influido negativamente en nuestra actitud?
Con esto se pretende demostrar que el trabajo, antes de ser en equipo, es trabajo y este es individual. Dicho de otro modo, si aportamos trabajo a la organización estaremos en disposición de organizarlo en equipos, en caso contrario seríamos una carga extra pues nuestro trabajo lo tendrían que realizar otras personas. Esto que es tan diáfano, en el día a día de las organizaciones se convierte en un auténtico tira y afloja entre las personas que forman los equipos, pues el grado de aportación de unas y otras no es coincidente; los excesos de compromiso de unas tapan los defectos de otras, creando espacios de incomunicación o incluso de conflicto entre ellas.
Como conclusión se puede afirmar que para que exista el trabajo en equipo, primeramente cada persona habrá de asumir la necesidad de trabajar en pos de un objetivo común, y hacerlo con una actitud positiva, dentro de la subjetividad que encierra el término. Pero también los líderes deberían de estar pendientes de estas actitudes, preocuparse por conocer a las personas de su equipo, para así poder ayudarlas cuando detecten que su actitud no es la más adecuada en pos de los objetivos colectivos.
De esta manera, nuestros esfuerzos nos propiciarán una mayor satisfacción, obtendremos un mayor reconocimiento por parte de nuestros/as compañeros/as y nos valorarán por lo que somos y no por lo que tenemos. En definitiva creo que el trabajo en equipo satisface mucho mas que el individual.
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