TODAS las circunstancias que han rodeado la elección de Martín Garitano como nuevo diputado general de Gipuzkoa, desde las conversaciones y posturas previas al pleno de ayer hasta el discurso del propio cabeza de lista de Bildu e incluso las intervenciones de los otros candidatos, han girado preferentemente en torno a un plano, el de la violencia, su fin y las circunstancias en que dicho final debe producirse, que ha acabado condicionándolo todo, cuando la responsabilidad que ha admitido la coalición de izquierda aber-tzale al acceder al gobierno foral -con o sin la presencia final de Aralar en el ejecutivo - incide especialmente en ámbitos más concretos e incluso y si se prefiere más prosaicos. Cierto es que la paz, la anhelada consecución de la paz definitiva, puede marcarlo todo en Euskadi a corto-medio plazo, también las relaciones políticas, la capacidad de acuerdos y, en consecuencia, el desarrollo de la acción de los distintos gobiernos en los diferentes niveles del autogobierno vasco. De hecho, la ausencia de violencia ya ha condicionado el propio éxito electoral de Bildu y su acceso al ejecutivo foral. Pero no es menos cierto que la asunción, por primera vez en la historia de Euskadi, de esa responsabilidad por parte de una representación política de la izquierda abertzale obliga a este sector político a diversificaciones y matices que, de momento, no se terminan de constatar en sus actitudes y discursos, centrados aún, tal y como se comprobó ayer, en el "conflicto". Y aunque desde la Diputación de Gipuzkoa, con gobierno de Bildu o de cualquier otra formación política, se pueda y se deba coadyuvar a la resolución del mismo, la institución foral tiene que desarrollar su principal labor en otros planos, incluyendo fórmulas y alternativas a proyectos tractores del territorio, sobre los que el discurso del ya elegido diputado general sobrevoló, es decir, no tocó tierra; pese a ser especialmente relevantes hoy, en tiempos de crisis económica y necesidades sociales. Las diputaciones, como cualquier otra institución y organismo, sí tienen en sus manos el reto de avanzar en el entendimiento, la empatía y la reconciliación entre las personas que han sufrido la violencia y en ese sentido, detalles del discurso de Garitano dan cierto aliento a la esperanza porque es en ese escenario en el que a Bildu se le valorará su valentía para romper la perversa dicotomía de sufrimientos y violencias sobre las que difícilmente se puede construir nada. De hecho, ya se le está exigiendo en ese aspecto. Pero lo que está en el aire, un mes después de las elecciones, es cómo se van a resolver los numerosos interrogantes que plantea la coalición en torno a decisiones que hasta ahora han formado parte de la agenda de prioridades (desde la fusión de las cajas vascas al TAV), cuestiones que serán además las que marcarán el modelo y el desarrollo del Territorio y la respuesta de la sociedad guipuzcoana a su gobierno.