EL ultimátum de la Unión Europea a Atenas para que culmine los ajustes que se le exigen al Estado heleno y la visita que una triple delegación de la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional girarán esta semana al nuevo ministro de Finanzas griego, Evangelos Venizelos, constatan que Grecia se halla en la disyuntiva de declarar su bancarrota o privatizar su Estado, ya que el meollo de los recortes que se le exigen no es otro que la venta a la inversión privada extranjera de buena parte de sus empresas estatales. Todo ello un año exacto después de que la Unión Europea otorgara al Estado griego una ayuda de 110.000 millones de euros que ahora se demuestra fallida. Pero el ultimátum es también la prueba evidente de que la crisis globalizada está carcomiendo la propia idea de Europa. El fracaso del Eurogrupo para alcanzar el domingo un acuerdo que desbloqueara las ayudas a Grecia, posponiendo cualquier resolución al respecto hasta julio, vuelve a prolongar la situación de incertidumbre, que es la peor situación para una crisis del calibre de esta a la que se enfrenta Grecia y con ella otro países miembros y, en consecuencia (o en efecto dominó), la propia UE. La Unión, tanto por el propio sistema de toma de decisiones como por la vacilación intrínseca de su clase dirigente, se muestra aún incapaz de diseñar, proponer y ejecutar un plan conjunto que no se vea mediatizado por los intereses particulares de sus estados-miembro, especialmente Alemania y Francia, principales acreedores de Grecia, aun cuando pese a las declaraciones públicas Bruselas es perfectamente consciente de que un cierre de persiana griego golpeará de modo irreversible a Irlanda, Portugal, España, Italia, Bélgica... no necesariamente por ese orden, y a la propia estabilidad del euro. Sin ese impulso exigible a un gobierno -y si es por su escaso nivel de eficacia la Comisión Europea empieza a ser lo más parecido a un gobierno- que marque el terreno de juego a las entidades financieras (la aportación "voluntaria" de la banca al próximo rescate griego solo es eso, "voluntaria", como se ha encargado de recalcar la propia CE) y por qué no a las agencias de rating del modo en que ya pretende hacer Estados Unidos, acusándoles formalmente de la crisis, la idea de que Grecia se convierta en un clon del crash de solvencia con el que Lehman Brothers globalizó el problema en 2008 es bastante más que una posibilidad que, por mucho que se intente retrasar, acabará explotando. Y en ese caso todas las diferencias entre Grecia y otros países como España, que la ministra Elena Salgado puso énfasis ayer en resaltar, quedarían algo más que en entredicho y dejarían a la propia UE al borde del precipicio. No es a Grecia a quien debe salvar la Comisión, sino a la propia Europa o, al menos, al que fue el concepto de Europa. Si es aun posible.