Empiezo ahora a recordar el partido de la semana pasada en Málaga, la suerte que tuvo el Athletic, el empate en el último suspiro, a pesar de que todos pensábamos en el partido anterior, cómo no vamos a ganar al Málaga que está perdido en la clasificación, si venimos de jugarle de tú a tú al mejor equipo del mundo; al Málaga le vamos a meter siete… si no son más. Y las matemáticas son siempre perfectas, pero el césped no, y alguno sigue dando gracias a sus dioses.
Y las matemáticas me traen otros recuerdos. Recuerdo cuando no entendíamos por qué debíamos aprender tantas ecuaciones, tantas integrales, tantos senos y cosenos, que realmente no sabíamos a qué se referían, aunque los problemas acababan por resolverse y el resultado era exacto, y nosotros preferíamos ir a la calle a jugar, entre otras cosas, a fútbol. Estoy completamente seguro de que muchos de los mejores recuerdos de aquella época se concentran en la ciudad deportiva de Fadura, en Algorta. Cuando íbamos a las piscinas, con nuestros padres, con la tía de un amigo, solos en la última época… También cuando empezamos a jugar con un equipo federado y teníamos partidos todas las semanas y entrenamientos martes y jueves. O cuando abandonamos el fútbol por el rugby a pesar de que habíamos participado en verano en la convocatoria de uno de los equipos grandes de Getxo y nos habían cogido (a pesar de lo escasos que éramos)…
Y me entero, casi por casualidad -y por internet-, que el Gobierno vasco ha ofrecido al Athletic las instalaciones del centro de alto rendimiento de Fadura para alojar a la cantera del equipo. El mismo centro de alto rendimiento que construyeron donde antes estaba el célebre "Maracaná", nombre que nos trae a la memoria grandes partidos de la selección de Brasil, pero que en este caso designaba al peor campo de la historia de Bizkaia (junto con alguno de Basauri de aquella época, creo recordar). Recuerdo que en el segundo campo que colocaron allí, años más tarde, en una de las bandas, emergía un hierro, oxidado, de medio metro de altura -nos llegaba hasta la rodilla y más arriba a alguno-, que solían tapar con una lata de aceite, creo recordar, más peligrosa que el propio hierro, pero más visible a distancia.
Hay que dar gracias, pues, al centro de alto rendimiento y a los campos de hierba artificial que han construido ahora, en los que ningún jugador se dejará la rótula ni tendrá que correr como un poseso a recibir la antitetánica porque se ha clavado una barra de hierro oxidada en el tobillo. Si reúnen allí a los canteranos del Athletic, mejor todavía.
Ahora solo hace falta que dentro de doce años salga una generación fuera de lo común de Fadura y ganen Liga, Copa y Champions al año siguiente. Y que el Athletic de hoy le haga cuatro o cinco goles al Racing esta tarde, que llevamos ya unos cuantos días sin ver tres puntos juntos.