LAS reflexiones conjuntas en la entrevista que hoy publica DEIA al denominado colectivo Presos comprometidos con el Irreversible Proceso de Paz -suscritas por los reclusos internos en Langraitz Andoni Alza, Rafa Caride Simón, Ibon Etxezarreta, Josu García Corporales, Carmen Gisasola, Jurgi Oteiza, Kepa Pikabea y Joseba Urrosolo Sistiaga- descifran por sí mismas las claves del dramático pasado, el intrincado presente y el ineludible futuro de una estrategia irracional y desalmada no solo desde el punto de vista humano y de los derechos de las personas sino también en el ámbito de los objetivos políticos. En primer lugar, las valientes declaraciones de estos reclusos -quienes en los últimos tiempos se han ido desmarcando de la violencia tras haber sido, en algunos casos, miembros destacados de ETA- constatan que aun si, como le exige la sociedad vasca, la organización armada se decantase al fin por el abandono definitivo de las armas, dicho desenlace tendría un retraso de décadas que únicamente ha logrado alargar un sufrimiento inútil y desdibujar la posición política del independentismo vasco. La alusión a las negociaciones de Argel y a la postura expresada entonces por Txomin Iturbe AbasoloTxomin es harto elocuente al respecto. Pero también que la que hasta ahora ha sido imposición de la estrategia violenta en el seno del sector político abertzale más radical no tenía como hipotético objetivo el triunfo frente al Estado español, sino el mantenimiento de la propia ETA, su mera supervivencia como organización vanguardia del MLNV. En todo caso, las reflexiones expuestas son de calado y van mucho más allá de posturas individuales o de núcleos reducidos de presos, tal y como ellos mismos aseguran. La clave es clara: el ciclo de la lucha armada ha terminado y debe ser para siempre para poder avanzar por vías exclusivamente políticas. Por ello, de nada sirve -según indica este colectivo de presos- hablar de tregua permanente o verificable si no se ha tomado la decisión definitiva de abandonar la violencia o se deja una puerta abierta a la ruptura de esa tregua si no se cumplen las exigencias de ETA. Ahí radica, precisamente, la clave del proceso, si es que se da, para lo cual sería importante también que los propios presos participen de forma directa en el debate, para lo que un acercamiento cauteloso facilitaría mucho las cosas. La cuestión queda, por tanto, en si ETA ha tomado ya su decisión real de dejarlo. Su esperado comunicado tiene que dejarlo bien claro, sin opción a interpretaciones, sin dudas. Tal y como planteó Iñigo Urkullu, si el alto el fuego es "verificable" debe quedar claro que nadie necesitará escolta, que nadie amedrentará ni atentará contra nada ni nadie, que no habrá más amenazas ni chantajes y que no habrá orden de reclutar, reforzar, financiar o rearmar a ETA. Esa es la esperanza real, la exigencia unívoca de la sociedad vasca. Lo demás es defraudarla. De nuevo.