POCO a poco, la convergencia fiscal de los países más débiles de la zona euro se está produciendo, aunque sea a golpes. Ayer fue Grecia, hoy Irlanda y mañana todo apunta hacia Portugal. A partir de ahí hablaremos de caza mayor, España o Italia? veremos si se atreven.
Tras el rescate de Irlanda se esconde de forma indisimulada la mano de Alemania, que desea a toda costa que la zona euro se rija por parámetros fiscales similares, altos impuestos y rigor en el gasto. Y la verdad es que algo de razón tiene. La mayor debilidad del euro radica en que su emisor, el Banco Central Europeo, sólo tiene competencias para mover los tipos de interés y eso con el único objetivo de mantener la inflación en el entorno del 2%. De las palancas fiscales, tanto recaudatorias como de gasto, imprescindibles para gestionar la política económica, se ocupan todos y cada uno de los 16 países de la zona euro, realidades tan dispares como Malta, Irlanda o Alemania. Así es muy difícil lidiar en las revueltas aguas financieras mundiales con EE.UU. y China, quienes mueven su divisa con total libertad.
No podemos olvidar que toda inversión tiene riesgo, incluida la inversión en renta fija. El emisor puede dejar de hacer frente a su vencimiento y negociar un aplazamiento en el pago, una disminución de los intereses o incluso una quita del principal. Todo comprador de deuda lo tiene que saber y este principio se aplica tanto a compañías pequeñas como a grandes pero también a las administraciones. Crisis de deuda soberana las ha habido desde que se producen este tipo de emisiones. Lo novedoso es que las dudas de los inversores recaen ahora en países de la zona euro en lugar de en economías en desarrollo.
Cuando se trata de empresas, el mecanismo más habitual es la negociación, con o sin concurso de acreedores mediante, para pagar menos o más tarde. En el caso de deuda emitida por los Estados, antes de ir por el camino de la reestructuración de deuda, siempre posible, el Fondo Monetario Internacional (FMI) suele ofrecer su ayuda en forma de préstamo. Y eso es lo que está ocurriendo ahora. El FMI, conjuntamente con los países de la eurozona, concede préstamos para aliviar las presiones sobre la deuda de Irlanda. Pero este nuevo dinero no es, ni mucho menos, gratis. Además del tipo de interés, tirando a alto, hay aparejado un estricto seguimiento de medidas de ajuste que contemplan tanto el incremento de ingresos como el ajuste del gasto, lo habitual en estos casos.
Siendo normal el mecanismo de rescate aplicado, no lo es tanto cómo y, sobre todo, cuándo se ha producido el rescate. Irlanda no ha pedido ayuda, se le ha forzado a aceptar dicha ayuda en un momento en el que no había presión de pagos a los mercados puesto que Irlanda no necesitaba acudir a los mercados hasta junio de 2011. Tan forzado ha sido el rescate que el gobierno ha caído. Suerte que no estamos en la Latinoamérica de los 70. De estarlo, esto sería un golpe de estado de república bananera donde en lugar de injerencia militar la ha habido económica.
Irlanda es un país pequeño (4 millones de habitantes, 150.000 millones de euros de PIB anual) que ha crecido de forma espectacular en los últimos 20 años, protagonizando una transformación ejemplar de su economía. Ha pasado de ser el segundo país más pobre de Europa, con una economía basada en la agricultura, a ser uno de los más ricos, atrayendo a las sedes europeas, cuando no internacionales, de empresas tan relevantes como Canon, Hewlett Packard o Goggle. Es verdad que parte de su éxito es el dumping fiscal aplicado en el impuesto de sociedades (un pírrico 12,5%), pero no lo es menos que no le ha ido mal tener miles de empleados cualificados y con poder de decisión en su territorio.
Irlanda ha aplicado con eficacia una política liberal hasta la médula, pero se ha equivocado garrafalmente cuando ha querido ser proteccionista. Una economía en efervescencia como la irlandesa (5% de crecimiento anual con un lustro dorado (1995 -2000) con crecimiento al 10%) produjo un recalentamiento del que nace una burbuja inmobiliaria tremenda y una hipertrofia perniciosa de su sistema financiero. Pero una vez se han producido estos efectos, lo que no se puede hacer, y se ha hecho, es girar hacia el proteccionismo y garantizar lo que no es posible. Por un lado, siguen la doctrina anglosajona de pinchar la burbuja pase lo que pase (es decir asumiendo pérdidas tremendas en los balances de los bancos) pero, por otro, aguantan al 100% las obligaciones de estos mismos bancos quebrados por una durísima norma contable. Mal puede un gobierno defender un sistema financiero nueve veces más grande que toda su economía nacional. Fruto de este error, tal vez el único, el déficit de este año se ha disparado a un absurdo 30% que pone contra las cuerdas a la deuda irlandesa.
Alemania, probablemente el único país con crédito, de momento, de Europa, en lugar de matizar la situación (país pequeño, hiperbancarizado pero con margen de endeudamiento, ajuste puntual y total?) se ha aplicado en exagerarla proponiendo como medida paliativa la quiebra controlada. Para quienes tienen deuda irlandesa, ese mensaje ha sido de todo menos tranquilizador por lo que la presión de los mercados se ha hecho más que evidente aunque, repito, no había emisiones previstas hasta bien entrado 2011.
Como las casualidades las carga el diablo, es bueno analizar a quién beneficia esta crisis de deuda. Obviamente, a los especuladores, que acuden donde huelen la sangre. Pero también a Alemania, el pagano universal de la zona euro que parece haber dicho basta. Esta crisis debilita al euro, bueno para Alemania por ser país exportador, y a los gobiernos periféricos que cada vez serán menos díscolos en lo fiscal y harán más caso a su benefactor. Donde se equivoca de medio a medio Alemania es en extender dudas respecto al futuro del euro. El euro no es, ni mucho menos, indestructible, ninguna unión monetaria lo ha sido en la historia. Pero si se rompe el euro muchos países devaluarán sus monedas locales respecto a Alemania y entonces su gran potencial, la exportación, se resentirá, y mucho, pues el primer mercado de Alemania es el resto de Europa.
Primero fue Grecia con una contabilidad nacional poco fiable, ahora Irlanda y luego vendrá Portugal, país con problemas severos de competitividad estructural y, por tanto, con dificultades para pagar su elevada deuda (rondando el 100% de su PIB). No será nada buena noticia pues así como el contagio con Grecia e Irlanda ha sido psicológico, con Portugal será real al existir muchos lazos económicos (de igual forma que Reino Unido ha intervenido en el rescate irlandés a pesar de no ser un país de la zona euro).
Y tras Portugal? Italia o España. Como en el poema atribuido a Bertolt Brecht aunque es de Martin Niemöller, "Primero se llevaron a... pero yo no soy... Ahora me llevan a mí pero ya es tarde". Ojalá no lo sea. Europa sí, pero no bajo el engaño y la coacción que han llevado a Grecia e Irlanda a un entorno extraordinariamente complicado. En un Estado como el español, con un 20% de paro y con espacios fiscales singulares, la sensibilidad fiscal no puede delegarse a unos tecnócratas del FMI. La cohesión e incluso la paz social están en juego.