EL Gobierno de López tiene diez departamentos oficiales y una consejería que no figura en su organigrama. Es un área secreta, pero es omnipresente. Sus objetivos no están escritos en ningún documento público ni tiene un presupuesto prefijado; no rinde cuentas al Parlamento, pero su campo de acción se extiende por todas las áreas de Lakua. De hecho, es la consejería más relevante y el núcleo duro del pacto PSE-PP, en la que se han depositado todas las esperanzas de salvación política y reputación social. Es la undécima consejería, la consejería de propaganda. A diferencia de la comunicación, la propaganda no es racional ni entiende de ética. Es una relación agresiva y unilateral con las personas, a las que se tiene por objeto de reeducación. La propaganda es un sistema despótico que sustituye a la razón por el eslogan y al diálogo por el dogma. Cuando se percibe a la gente como una amenaza, el gobernante se asocia con la propaganda. Para ganar tiempo o para cazar razones en el mercado de los instintos.

¿Qué elementos constituyen esta oculta consejería? Básicamente, es una organización centralizada en la alianza PSE-PP y, por lo tanto, es suprainstitucional, con derivaciones diversas. En lo público, Ajuria Enea ha dispuesto una vasta red de profesionales que no se limita a una intensiva difusión de la agenda del lehendakari, sino que su prioridad es la disimulación de las incapacidades de López y sus consejeros, así como la minimización de las exitosas políticas anteriores y el desprestigio absoluto del último decenio. Y en lo privado, el área de propaganda se coordina con las empresas de comunicación -especialmente con Vocento- para que codifiquen y canalicen estos mismos mensajes, articulando para ello, en unos casos, el silencio o la sordina sobre los traspiés más notorios de López y, en otros, el apoyo desmedido a éste a través de oportunas entrevistas, reportajes defensivos y calculadas embestidas contra el PNV. Es un carrusel de consignas del que surgen, cuando interesa, operaciones de ruido informativo, como los presuntos hechos de corrupción en Araba, sin olvidar la conveniente filtración de informes sesgados del Tribunal Vasco de Cuentas, donde los representantes del PP-PSE juegan su papel en esta agitprop coordinada.

Lo que tiene la propaganda es que es poco sutil. Es zafia y previsible; pero ha mejorado sus técnicas. Su primer éxito es que la sociedad no perciba su acción infecciosa, más aún si la niega atribuyendo su existencia a la paranoia de algunos. Para que la propaganda sea eficaz se tienen que dar cuatro condiciones: simplicidad o ingenuidad social, facilidad para el olvido, presentismo (creencia de que solo importa el presente) y disposición plena de medios de masas. Temo las carencias de nuestra ciudadanía, como me aterra la facilidad con que la gente pierde la memoria del pasado, incluso el más reciente, quizás por esa patología obsesiva por el tiempo presente y lo individual. En este contexto, veo que Euskadi es una nación vulnerable a la propaganda, aún cuando por su cultura y formación teórica podría deducirse lo contrario. Hemos retrocedido en conciencia pública, quizás por efecto de un amargo desencanto con el quehacer de líderes y partidos y la fragmentación política de iguales.

López dispone de casi todos los medios de masas a su favor; pero su estrategia se ha quebrado por donde menos esperaba: en EITB. Y sin radio y televisión no hay ganancia en la modificación de la opinión pública. La brutal caída de las audiencias generales de la radiotelevisión vasca, y principalmente en los informativos y programas de debate, ha desbaratado los planes de modelación del pensamiento colectivo y ha empujado este proceso de cambio ideológico a la última fase del pudrimiento que caracteriza a los regímenes autoritarios, cuando las noticias no se andan con disfraces y finuras, se purga a los rebeldes a la sumisión y no se para en barras en la pura y dura exaltación del líder a precio de represión y censura, como en la prensa del Movimiento franquista. Es probable que este ciclo de putrefacción informativa tenga fecha de caducidad, pero no hemos visto todavía lo peor: el aire irrespirable de la propaganda suele asfixiar finalmente a sus propios promotores, después de aniquilar la dignidad y el ánimo de los supervivientes. Visiten la redacción de EITB o hablen con sus profesionales y constatarán hasta qué punto se está arruinando, tal vez de forma irreversible, el alma de un formidable proyecto de comunicación social y democrático.

En estas cosas, López es un aprendiz de Zapatero. La televisión es la obsesión de los mediocres. En el Estado español ya no hay televisión libre, porque las cadenas han sido debidamente engrasadas (con los millones de euros de la publicidad suprimida de RTVE y las prerrogativas de la Ley General Audiovisual) para que tanto el Gobierno como el sistema financiero, responsables de la crisis económica actual, no sean severamente reprobados por los ciudadanos. El PP da una vuelta de tuerca y apuesta por la privatización por ley de las cadenas autonómicas, con el traspaso de la gestión en una primera etapa, que todo lo demás vendrá después. En Galicia se va a externalizar TVG, a excepción de los telediarios. Es el pillaje por los despojos de la libertad pública. Si en España existiera una televisión libre, Zapatero habría sucumbido a la presión de la tenaz verdad informativa y ya no sería presidente; pero ha comprado su protección con el dinero de todos, como lo hará Rajoy. De la misma forma, si López no contase con el patrocinio mediático del que goza, no poseería la makila de lehendakari y no llegaría a 2013. Zapatero y López son productos de la propaganda y han pactado con el poder mediático un sórdido intercambio de favores: tú me proteges y yo amplío tu negocio.

¿Cómo se distingue la propaganda de la información veraz? La diferencia no es tan obvia, porque desde hace años la comunicación se ha agregado al espectáculo y ha perdido su propósito de objetividad. En síntesis, la propaganda elude el sentido crítico y es simplista en la exposición. Es dogmática y directa y lo apuesta todo a los malabarismos de la retórica. Porque la propaganda es inteligentemente retórica y le encanta el vaivén semántico. Busca la confusión entre la semántica y el pensamiento y nos hace creer que el uso erudito del lenguaje es filosofía. En la ductilidad de las palabras, el valor emocional de ciertos mensajes y la reiteración de las falacias se funda la eficacia propagandística, cuyo desenmascaramiento exige un estado de conciencia colectiva que no aprecio en Euskadi. ¿Acaso no es efecto de esta propaganda que muchos ciudadanos se hayan tragado con pasmosa ingenuidad el fantasmazo de "las dos almas del PNV" y se muestren conformes con esa inventada esquizofrenia como toda explicación de su pluralismo interno y su coherente devenir histórico? ¿Cuántas de las cosas que creemos son mentiras trasplantadas?

Gobernar es comunicar, ciertamente: es su obligación y su necesidad; pero pervertir la comunicación en propaganda es la opción de los gobiernos menos democráticos y los más temerosos de la verdad de la gente. Es terrible vivir en un país donde el departamento gubernamental más importante es el de propaganda.