lOS nervios parecen haber atenazado en los últimos tiempos a los dirigentes del PSE y a los representantes del Gobierno vasco. La implacable labor de oposición al Ejecutivo de Patxi López por parte del nacionalismo vasco -dura en muchos casos, pero absolutamente legítima y aún más necesaria como ejercicio democrático de control-, así como el trabajo político del PNV que ha llevado a un acuerdo con el Gobierno español para traer a Euskadi las transferencias pendientes y el cierre del Estatuto, han dolido en las filas socialistas, por mucho que sus miembros se afanen en negarlo o matizarlo. Esta especie de contraataque desde el PSE está siendo brutal, en un ejercicio inédito que podría bautizarse como la oposición de la oposición. El último ejemplo lo volvió a proporcionar ayer mismo el propio Patxi López, aunque ya lo avanzó en su intervención en el pleno de control del viernes. López tomó parte en un acto electoral en el que, en teoría, se presentaba a los tres candidatos a alcalde de las capitales de la CAV. En teoría, porque poco habló de sus candidatos y de los comicios, salvo para confirmar que el PSE va a llevar el cambio a ayuntamientos y diputaciones, aunque ocultando cómo lo hará, es decir, extendiendo su pacto con el PP. A cambio, su discurso se centró no ya en criticar al PNV, sino en arremeter de forma impropia en un representante político contra una formación, rayando el insulto y la injuria. Acusó a los jeltzales de "falta absoluta de principios", de "venderse al mejor postor con tal de acabar conmigo", de "jugar de manera irresponsable" con los pilares básicos del autogobierno y de tener como único objetivo volver al Gobierno vasco "dándole igual el precio". Abundó, además, en su acusación, enunciada la víspera, al PNV de "desprestigiar EITB para desviar audiencias hacia empresas privadas afines a su ideología". Sería verdaderamente insólito, pero llueve sobre mojado. Día tras día, la única defensa que parecen hallar los socialistas es atacar a la oposición. Lo ha hecho el propio López y le han secundado la consejera Blanca Urgell -qué decir de su viceconsejero Antonio Rivera-, Rodolfo Ares, Rafael Bengoa, José Antonio Pastor, el propio director de ETB, Miguel Ángel Idigoras y hasta la directora de Derechos Humanos, Inés Ibáñez de Maeztu. No perdonan los socialistas la labor de oposición, porque les pone ante el espejo de su ineficacia. Y, además, mienten a sabiendas. Sólo una interpretación torticera puede achacar el acuerdo del PNV con Zapatero a un intento de hacer daño a López. El interés general de Euskadi está por encima de eso. Otra prueba fehaciente de esta labor es el trabajo discreto que el PNV está llevando a cabo, ante el Gobierno español y ante Europa, para lograr un acercamiento de presos si ETA da los pasos necesarios. Sería una contribución a la paz, más allá de lo que suponga para López y su gobierno. Y aunque le ponga muy nervioso.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
