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Sucias guerras sucias

Las declaraciones de González y Bush retratan la naturaleza de su moral como gobernantes, fuerzan el desmoronamiento de la idea de democracia y retratan a quienes cuestionando la degeneración ética de uno exculpan al otro y viceversa

HA sido Rafael Vera, exsecretario de Estado para la Seguridad durante ocho años en los gobiernos socialistas de Felipe González y condenado a diez años de cárcel no cumplidos por el secuestro de Segundo Marey, quien ha establecido la comparación entre la llamada "guerra sucia contra el terrorismo" permitida e impulsada en el Estado español antes y durante los mandatos de González y la denominada "guerra contra el terror" desarrollada por Estados Unidos bajo la presidencia de George W. Bush. Y han sido los dos presidentes, González y Bush, quienes en sendas declaraciones públicas han coincidido en atribuirse capacidad decisoria en la violación de derechos fundamentales por parte de las estructuras de seguridad de sus respectivos estados y una evidente carencia de reparos éticos ante la misma. En ambos casos, asimismo, los dos exmandatarios han esgrimido la inaceptable excusa del mal menor, conceptualizado en la intención de evitar nuevas víctimas, como presunto eximente que se ha revelado falso, cuando la utilización por ambos de todos los resortes de su poder para evitar el control y el enjuiciamiento legal y público de sus decisiones evidencia su propia consciencia de la verdadera dimensión del mal cometido. Y es precisamente ese intento de ocultamiento de la violación de derechos la que termina de retratar la naturaleza de su moral como gobernantes al tiempo que fuerza el desmoronamiento de la separación de poderes, consustancial al indispensable control de todo gobierno para que pueda ser considerado verdaderamente democrático. Pero, además, las declaraciones de González y Bush, tras abandonar sus cargos y escudados en los límites de la exención de responsabilidades que el propio Estado les proporciona, no sólo desvelan la cruda realidad de su acción de gobierno, sino que radiografían también a quienes cuestionando la degeneración ética de uno, exculpan al otro. ¿Es posible desde una mínima coherencia ética considerar la inmoralidad de las acciones de la "guerra sucia contra el terrorismo" y alentar, apoyar, comprender o simplemente silenciar las de la "guerra contra el terror"? Evidentemente, no. ¿Es factible apuntar la inmoralidad de la "guerra contra el terror" y alentar, apoyar, comprender o silenciar las de la "guerra sucia contra el terrorismo"? Evidentemente, tampoco. Cualquier intento de luchar contra la vulneración de derechos y libertades del terrorismo con otra vulneración de derechos y libertades, sea a través de legislaciones especiales o acciones y actitudes que eluden el control y los límites de la ley, es decir, a través del terror y de la impunidad -¿a qué espera la justicia (sea estatal o internacional) ante semejantes confesiones?- que es capaz de producir un Estado, sólo puede contribuir a situar a éste en el mismo nivel de deslegitimación de aquel.