La libertad de Otegi
Parece absurdo e injusto que el líder abertzale permanezca en la cárcel por impulsar un debate interno para alcanzar la paz cuando el TS ya avaló la legalidad de sus conversaciones con Ibarretxe o López en ese mismo contexto de poner fin a la violencia
ARNALDO Otegi, el líder de la autodenominada izquierda abertzale, sigue en prisión preventiva. El encarcelamiento preventivo es un método excepcional en el diseño jurídico y penal garantista de un Estado de derecho que, sin embargo, en el ámbito de la denominada lucha antiterrorista en el Estado español se aplica de forma sistemática a personas en espera de juicio. De hecho, muchos de ellos cumplen ese tiempo de cárcel previo al juicio y la sentencia judicial posterior les declara absueltos. El próximo jueves, día 11, se juzga de nuevo a Arnaldo Otegi, en este caso por su participación en el acto que celebró Batasuna en Anoeta en 2004, acto en el que apostó por el uso de las vías exclusivamente políticas y democráticas y abrió el proceso de diálogo para la paz con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero -el socialista Jesús Eguiguren será testigo de su defensa-, que cerró brutalmente ETA con el asesinato de dos personas en el atentado de la T-4 de Barajas en 2006. Por supuesto, Otegi tiene su importante parte de responsabilidad política y ética en la falta de actuación de la izquierda abertzale oficial respecto a la deriva de violencia y sufrimiento a la que ETA ha sometido a este país. También en cuanto al silencio respecto a esa deriva. Pero la justicia enjuicia, debe enjuiciar, acciones, delitos concretos, individuales y tipificados, y no hay una sola prueba objetiva que avale hoy la pertenencia de Otegi a ETA. Tampoco parece que la argumentación de la Audiencia Nacional ante esa falta de pruebas científicas objetivas apoyada en la alegación de que Otegi está sometido al tutelaje de ETA, sea un fundamento jurídico suficiente para vulnerar el derecho fundamental de un ciudadano -gusten poco o nada sus posiciones políticas o ideológicas- a la libertad. A Otegi se le encarceló hace un año, el 13 de octubre de 2009, junto a Rafa Díez, Miren Zabaleta, Arkaitz Rodríguez, Sonia Jacinto, Rufi Etxeberria, Txelui Moreno, Manel Serra, Ainara Ortiz y Amaia Esnal -los cinco últimos fueron puestos al día siguiente en libertad provisional- bajo la acusación de recomponer Batasuna. En realidad, por reunirse para hablar de política, algo que hacían de forma conocida, pública y notoria, y del proceso político que debiera concluir con el abandono por parte de ETA de su actividad terrorista. Y no se trata de que el Estado de derecho haga dejación de sus funciones legales, sino de que se aplique también a sí mismo sus deberes democráticos. Porque parece absurdo e injusto que Otegi permanezca en la cárcel por impulsar un debate interno para alcanzar la paz, cuando el Tribunal Supremo ya avaló la legalidad de sus conversaciones como portavoz de la ilegalizada Batasuna con Ibarretxe o Patxi López en ese mismo contexto de poner fin a décadas de violencia.