Una Osakidetza enferma
El Servicio Vasco de Salud languidece con problemas graves en su seno tras casi año y medio de mala gestión y de equivocadas políticas de atención y de personal por parte del gabinete de López, que parece incapaz de darles la vuelta
lA sanidad pública vasca ha sido desde su puesta en marcha uno de los pilares fundamentales sobre los que se ha asentado el autogobierno, entendido como la gestión propia de los asuntos que inciden más directamente en el bienestar de los ciudadanos y de la sociedad. La creación de Osakidetza en 1984 supuso, en este sentido, un hito importante para los vascos que, por cierto, también hubo que pelear muy duramente. Los entonces responsables del Gobierno vasco recordarán aún a algún ministro de la época y a representantes políticos de distinto signo poniendo serias trabas a la transferencia del Insalud con el apocalíptico mensaje de que se rompía "la unidad de caja". Excusas que nunca se han olvidado y que siguen vigentes, como puede comprobarse ahora, 30 años después, en otros asuntos. Lo cierto es que desde que la gestión de la sanidad recayó en Osakidetza, los vascos pudimos comprobar el radical cambio que supuso en cuanto a servicio, calidad, profesionalidad y prestaciones. Y no sólo en comparación a los servicios que en muchos casos padecían más que recibían hasta entonces, sino sobre todo mirándose en el espejo de los servicios sanitarios prestados en el entorno. Tanto, que Osakidetza ha disfrutado durante décadas de un alto grado de satisfacción entre la población vasca y ha gozado también del reconocimiento externo. Sin embargo, las circunstancias han variado de forma notable en los últimos meses. De hecho, Osakidetza ha dejado de estar en los puestos de excelencia sanitaria que ocupara antaño y, según el último informe presentado por la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, se encuentra en el octavo puesto a pesar de ser la institución que más dinero invierte por persona. A esto se añade una situación explosiva en la plantilla, evidentes errores de gestión, una dirección que no aborda las cuestiones más urgentes y agrava los problemas, una equivocada política de recortes y de amortización de plazas justificada por la crisis económica y, en fin, una prestación de servicios crecientemente deficitaria que ha hecho saltar las alarmas tanto en los profesionales como en distintas organizaciones. En este sentido, el casi año y medio de gestión del Gobierno López y, más en concreto, del consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, está suponiendo un lastre de resultados imprevisibles a medio y largo plazo. La situación es cada vez más alarmante y no parece que los actuales gestores estén en disposición y capacidad de dar la vuelta a asuntos graves como las exasperantes e injustas listas de espera, la reducción de personal, la falta de pediatras (camuflada con la rebaja de la edad de atención médica familiar) y, en general, la falta de recursos. Osakidetza languidece al mismo ritmo que el Gobierno López va introduciendo sus políticas de cambio.