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La Madre de Dios

Celebramos el pasado 11 de octubre, festividad de la Amatxu de Begoña, bajo una persistente lluvia que hizo bueno su refrán sobre la relatividad (nunca llueve a gusto de todos), pues el mismo tiempo que redujo a la mitad a los participantes en la 16ª Romería a la basílica, hizo que la Fiesta de los Txikiteros alcanzase la mayor concurrencia registrada en los 47 años de historia de esta genuina manifestación del acervo bochero, que no quiso perderse casi nadie de ese 90% más de visitantes que el Ayuntamiento ha computado en este puente con respecto al año pasado (que no fue puente exactamente).

Y estábamos felices de haber podido compartir con tanto forastero, y hasta bien entrada la noche, algunas de nuestras más bellas tradiciones: el txikiteo, las bilbainadas, ?, bromeando al explicarles que si aquí le decimos Amatxu, madre (ama) en euskera, con el sufijo txu como diminutivo de cariño, no es por fanfarronería bilbaina (que también pudiera ser), sino porque su genuina advocación es precisamente "La Madre de Dios de Begoña", y que se celebra el 11 de octubre porque ése era el día en que se conmemoraba la maternidad de la Virgen, luego trasladada al 1 de enero.

Pero hete aquí que, revisando recortes de prensa, nos encontramos con que todavía hay quien escribe que Ntra. Sra. de Begoña es la patrona de la villa, cuando en realidad lo es de toda Bizkaia entera (y hasta de Gijón), pero no de Bilbao (que de hecho carece de patrona oficial). Un pecado propio de los falsos bil-ba-í-nos cuadrisílabos, como los calificaba Unamuno, que nos hace comprender que todavía nos queda mucho por hacer para afianzar nuestras peculiares señas de identidad, ésas que, según los psicólogos y sociólogos, al hacernos sentir parte de una determinada colectividad nos impiden caer en la desesperanza y el desasosiego.